Vianey Esquinca
En los siguientes meses, la política nacional estará marcada por la traición y la infamia. Se observará la compra y venta de voluntades al mejor postor y, cómo de los barcos hundiéndose, saltarán políticos buscando un salvavidas que garantice su sobrevivencia. Como siempre sucede, se pondrán a pruebas lealtades y habrá ganadores y perdedores, quienes sólo esperarán el momento de vengarse de la afrenta que, a su juicio, le hayan cometido.
En las elecciones de Coahuila, por ejemplo, los ya muy prostituidos partidos PT y PVEM cuando vieron que todo estaba perdido para sus candidatos a la gubernatura, no tuvieron ningún empacho en abandonarlos y declinaron a favor del candidato de Morena, Armando Guadiana. El hambre es canija y el cinismo es muy grande, pues lo único que importa es asegurar un espacio en las elecciones y seguir viviendo del presupuesto público. Estos institutos políticos son los lugartenientes que pueden hacer el trabajo sucio del partido con el que tengan alianza.
Cuando alguien pensaría que el PVEM ha llegado muy bajo, demuestra que tiene alma de minero. En enero de este año, 16 diputados verdes apoyaron a Marcelo Ebrard mañana excanciller; en mayo durante la Convención Nacional de este partido, los dirigentes le gritaron: ¡Presidente, Presidente!, y recibió su respaldo. Sin embargo, la semana pasada, le organizaron a la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, un evento en donde Arturo Escobar y Jesús Sesma le ofrecieron la luna y las estrellas.
Los procesos electorales como las crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas. Seguir saliendo en la foto y seguir siendo más o menos relevantes, hace que un senador como Ricardo Monreal haya decidido flexibilizar sus valores por otros más apropiados y oportunos al presidente Andrés Manuel López Obrador, demostrando que los principios y las convicciones son tan flexibles como se necesite. El propio presidente de Morena, Mario Delgado, cual enredadera, se ha caracterizado por trepar posiciones sin mirar atrás. Ebrard quien fuera su jefe, amigo, incluso impulsor de sus aspiraciones políticas, puede dar testimonio de ello.
El aún canciller, por cierto, también se madrugó a sus compañeros cuando decidió renunciar antes que todos y no esperar el disparo de salida de su partido. Su alevosía, sin embargo, le resultó positiva porque pudo acaparar la conversación de la semana.
Por supuesto, cuando llegue el momento de elegir a los candidatos y candidatas del partido guinda, se traicionará a los morenistas que realmente creen que habrá un proceso transparente y objetivo, que el Presidente no va a meter las manos y que serán las encuestas quienes decidirán, aun cuando éstas sirven, en muchas ocasiones, sólo para legitimar los deseos de Palacio Nacional.
Viene, además, una nueva traición a la ciudadanía. Todo apunta que una vez que Morena dé a conocer las condiciones de participación de quienes aspiran a ocupar un puesto de elección popular, funcionarios y políticos renunciarán a sus cargos.
Hay casos como los de Ebrard y Adán Augusto López, secretario de Gobernación, que tienen la ventaja de que fueron designados por el Presidente, pero, otros como los de Sheinbaum o Monreal, que fueron elegidos y votados para un puesto por un tiempo definido. Se van a ir sin haber cumplido ni su periodo ni sus obligaciones. Eso, sin embargo, no les importa, la política futurista siempre será más importante que la gente. Por supuesto, el Presidente deberá elegir a quienes se queden al frente de la SRE y la Segob. Si llegara a ocupar a gobernadores y/o legisladores para llenar los huecos, será parte de esa traición a la gente.