En este país y en estos tiempos urgen esos diálogos. Afirmar que somos un país pluricultural es reconocer una realidad, pero no basta. Urge dialogar. Que en México se hablan más de cincuenta lenguas y declarar que son una riqueza, una afirmación que debería llevarnos a dialogar con esas comunidades cuya lengua materna no es el español.
Mujeres de diversos pueblos de Oaxaca, convocadas por académicas deseosas de entablar ese ejercicio de profunda humanidad: conversar. Conversar para entender-se, apoyar-se y mejorar la calidad de vida de comunidades de pueblos originarios y comunidades afromexicanas, reconociendo que la voz de las mujeres no impacta tanto como la de los hombres. Y cuando se habla de participación política, mucho menos.
Desde sus lenguas y sus significados, comienzan a señalar profundas diferencias. Cuando alguna llega a un cargo, llega a servir, no a “gobernar”. La diferencia es enorme, porque ellas buscan lo que la comunidad quiere, se dialoga y se ponen en ejecución planes acordados. No es el capricho de una persona, que quiere dejar su huella en la historia. Su lengua señala claramente que un cargo es servicio.
En muchos de los 417 municipios que se rigen por Sistemas Normativos Propios, hay un sistema de cargos, donde se inicia como topil, auxiliar para cuidar el orden, y poco a poco se va ascendiendo. Por supuesto, en las asambleas para elegir autoridades no se admitían, y en algunas comunidades aún no aceptan la participación de las mujeres. Ellas, mediante diálogo y con la fuerza legal de sus derechos humanos, han establecido formas para acceder a cargos. Pero, las dificultades no terminan.
En el libro compilado por la doctora Margarita Dalton Palomo, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Diálogos Interculturales para la participación política de las mujeres, las voces de las mujeres convocadas, dan cuenta de esas problemáticas. La primera, quitarse el miedo. ¿Y cómo? Una posible respuesta: con el apoyo de la familia, de otras mujeres, de la Asamblea de Mujeres Indígenas. Es decir, solas no llegamos a ningún lado. Nos necesitamos y lo sabemos: la unión hace la fuerza. Los obstáculos son muchos.
Otras señalan que no se les permite participar porque no son comuneras. Hay una larga historia en el tema. El acceso a la propiedad de la tierra ha estado vedado para ellas y ahora, mucho más, a pesar de reformas, porque éste es un bien escaso. De los 14.6 mil ejidos y comunidades en el país, con órganos de representantes, sólo 7.4 por ciento fue presidido por una mujer en 2019.
En esta larga travesía, la educación ha sido fundamental. Pero, también las aparta de sus saberes tradicionales. El equilibrio es complejo. Ellas argumentan su incuestionable aporte: la cultura, desde la lengua materna, hasta la comida, las fiestas y los trajes. Las mujeres tienen palabra y por eso, avanzan en sus derechos.
Aquí algunos avances claros: De 1998 a 2001, el número de municipios en el país con presencia de mujeres era de 27 con igual número de mujeres participando. De 2007 a 2010, ya habían aumentado a 71 municipios y 140 mujeres trabajando, y de 2017 a 2018 eran 398 ayuntamientos con la presencia de mil 125 mujeres.
Urge leer el libro y entender lo que dice la doctora Dalton: hay que dar cause a la indicnación y construir soluciones a la injusta desigualdad. El diálogo, camino de importantes aprendizajes y de venturosos acuerdos.
Fuentes:
DSNI, 2014. Memoria Electoral. Proceso electoral 2012-2013. Memoria electoral. Proceso Electoral 2001, IEEPCO, p. 64.
Observatorio de participación política de las mujeres de Oaxaca.
Actualizado a partir de Hernández-Díaz, Jorge, 2018, La diversidad en litigio. Encuentros entre las políticas de la diferencia y las del reconocimiento, en prensa.