Miércoles, Noviembre 27, 2024
A- A A+

Banner superior a un lado de logo

Ubicacion de Anuncios, debajo de destacados, banner todo ancho

Matamoros, el microcosmos de la crisis

Matamoros, el microcosmos de la crisis

Jorge Fernández MenéndezJorge Fernández Menéndez               
 
Razones
 
 
Con un abrazo solidario para mi buen amigo Jaime Ramos por el fallecimiento de su mamá. 

En medio de la crisis por el secuestro de estadunidenses en Matamoros, dos de los cuales fueron asesinados; de presiones de todo tipo para declarar a los cárteles de la droga en México como terroristas y de visitas urgentes de funcionarios de áreas de seguridad de la Casa Blanca y el Departamento de la Defensa, precisamente cuando estamos llegando ya a la cifra de los 150 mil muertos en lo que va del sexenio y cuando la epidemia de fentanilo parece sobrepasar en la Unión Americana a las propias autoridades estadunidenses y se ha colocado ya como uno de los temas centrales de la campaña electoral, el presidente López Obrador decidió visitar el que fuera llamado Búnker de la Policía Federal, dar desde allí su mañanera y seguir hablando de Genaro García Luna. 

El miércoles estuvo en México, reunida con el fiscal Gertz Manero, Elizabeth Sherwood-Randall, que es la asesora de Seguridad Nacional del presidente Biden, y ayer estuvo la subsecretaria de Defensa Nacional y Asuntos Hemisféricos, Melissa Dalton, para reunirse con el general Luis Cresencio Sandoval. No vinieron a hablar sólo de Matamoros: lo de esa ciudad fronteriza es quizá la gota que derramó el vaso, pero el verdadero tema está en el tráfico de fentanilo y la desarticulación de las bandas del narcotráfico en México. Eso es de lo que vinieron a hablar, eso es lo que exigen.

Lo de Matamoros tendría que ser un ejemplo de todo lo que falta y de todo lo que no hay que hacer en el ámbito de seguridad. No es verdad que las fuerzas de seguridad actuaron “bien y rápido” ante el secuestro y el asesinato de los estadunidenses. Fueron agredidos el viernes cerca de las 12 del día en una zona muy transitada, cerca del puente internacional; las imágenes donde se ve incluso cómo cargan los cuerpos en una camioneta estuvieron disponibles en tiempo real y no pasó nada porque no sabían que eran estadunidenses. Ahora sabemos que muertos y sobrevivientes fueron llevados a una clínica en pleno Matamoros, donde estuvieron hasta que el domingo el FBI dio la voz de alerta y demandó el rescate de los secuestrados. De allí los trasladaron a la finca donde fueron encontrados y todo indica que fueron entregados por los traficantes. Incluso, la pequeña casucha tenía estacionada junto a ella la camioneta que, se supone, se estaba buscando desde el viernes.

Ayer, para aumentar la confusión, cinco personajes encadenados fueron entregados por el Cártel del Golfo, argumentando que eran parte del Grupo Escorpión y que eran los que habían secuestrado a los estadunidenses. Se supo también que tres de los secuestrados tenían antecedentes por delitos relacionados con drogas en Carolina del Sur y se ha especulado sobre las verdaderas causas de su visita a Matamoros.

Lo cierto, lo que queda después de todo esto, es una exhibición de la vulnerabilidad del Estado mexicano ante el control territorial de los grupos criminales, que deciden a quién y cómo secuestrar a plena luz del día, cómo y cuándo entregar, desde las víctimas hasta los victimarios. 

Muchas veces hemos dicho que las autoridades sólo reaccionan ante los avances de los grupos criminales y les dejan a éstos la iniciativa. Ésa es la causa de que, más allá de algunos golpes y detenciones, los grupos criminales se hayan ido empoderando cada vez más, atreviéndose a realizar acciones que nunca antes habían realizado y menos aún con tanta impunidad. Lo sucedido en Matamoros resulta una suerte de microcosmos de todo ello y es lo que exhibe a las autoridades más allá de cualquier discurso. 

EL BÚNKER

Siempre he pensado que el Estado mexicano tiene que mostrar, exhibir, sus potencialidades, su infraestructura, su capacidad.

En el búnker de la desaparecida Policía Federal, desde donde ayer el presidente López Obrador trasmitió su mañanera, estuve, por primera vez, en el 2009. Era y así debería seguir siendo, considerada una obra de infraestructura notable para la seguridad: la más importante que se había construido en muchos años y adelantándose a las exigencias informáticas que entonces se vislumbraban y ahora se han impuesto. No es verdad, como se dijo ayer, que fue una obra realizada para “apantallar” y que “se inspiró en la escenografía de una serie de televisión”. Era una obra diseñada para poder conectar en tiempo real todo tipo de dependencias y, sobre todo, los C3, C4 y C5, que entonces comenzaban a surgir y que requerían ser monitoreados y coordinados desde el ámbito federal. Había áreas de reacción, de inteligencia, de comunicaciones, y todas ellas funcionaban en torno a dos salas de juntas que se podían usar, incluso, ante crisis, como un terremoto, sin perder comunicaciones (por eso había un túnel). En ese sentido se basaban también en estándares internacionales.

Cuando recorrí por primera vez esas instalaciones me quedé con una impresión: eran tan poderosas y podían utilizarse de tantas formas que trascendían la seguridad pública, hasta incursionar en la seguridad nacional. Cuando llegó la administración Peña Nieto alguien pensó que ése era demasiado poder, y todo lo que era Plataforma México y que se concentraba en esas instalaciones terminó dividido entre varias dependencias de seguridad. Se debilitó una infraestructura que hubiera sido muy importante, más allá de los nombres de los funcionarios en turno, no sólo mantenerla, sino hacerla crecer para el futuro. Ahora se recupera para la Guardia Nacional. Está muy bien, así debe ser. Entonces, ¿por qué intentar ridiculizar una infraestructura estratégica?