Miércoles, Noviembre 27, 2024
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Podemos ganarle al viejito, si sabemos para qué…

 

 

Víctor BeltriVíctor Beltri               
Nadando entre tiburones
 
 

La contienda por el Estado de México es crucial, y debe ser entendida no sólo como una parte esencial de la lucha por el 2024 sino como de la que se gesta —en estos mismos momentos— por el futuro de la nación entera. La elección de junio es el primer paso de muchos que habrán de sucederle: la primera pieza de dominó que caerá en lo que terminará siendo la construcción del país del mañana.

El Presidente ha hecho de la propaganda un sistema de gobierno y, como en todo régimen autoritario, ha realizado un esfuerzo extraordinario —sin escatimar en recursos— para mostrar una fortaleza mayor a la que realmente tiene, al tiempo que denuesta y minimiza a quienes exhiben sus errores. El mandatario conoce sus propias debilidades, y sabe —sobre todo tras las recientes movilizaciones de repudio en su contra— que una gran alianza entre la sociedad civil, y los partidos políticos, podría depositar a su proyecto en el basurero de la historia.

La pesadilla puede terminar, y ya tenemos sobre la mesa los elementos suficientes para conseguirlo: tan sólo se trata de entender cómo funcionan entre sí para poder acomodarlos de la manera correcta. Por un lado, una ciudadanía que despierta y sale a las calles por convicción propia; por el otro, los beneficiarios de apoyos sociales que no quieren perderlos. Por un lado, una joven madre de familia capaz de sumar el apoyo de otras fuerzas políticas en su propia comunidad; por el otro, una doñita corrupta que esquilmó a sus seguidores y sonríe ante el botín que tiene en puerta. Por un lado, la esperanza en un país distinto: por el otro, más de una cuarta transformación que —ahora lo sabemos— era lo mismo, pero mucho peor. En la estulticia… 

El mandatario ha perdido a la clase media —la misma que le apoyó rabiosamente en el pasado— y sólo recibe la aprobación, entre la clase alta, de aquellos a quienes ha beneficiado con sus decisiones. Los más necesitados lo siguen apoyando —sin embargo— a pesar de que sus políticas sociales los han condenado a una miseria voluntaria: la batalla —en realidad— es por el voto de los pobres. La lucha es por los menos favorecidos, y justo es ahí donde deberían enfocarse los esfuerzos de la oposición, antes que limitarse a triunfar en redes sociales: si los sectores más necesitados de la población continúan siendo utilizados como una mercancía política, cuyo voto puede ser comprado por un puñado de pesos, hada habrá cambiado.

La política debería aterrizar en los más pobres, brindando una causa asequible: lo que la oposición necesita, en este momento, es un liderazgo capaz de definir una causa común —capaz de despertar esperanza— antes que uno basado en la destrucción y el odio. Lo que el país necesita es un liderazgo capaz de organizarnos en una causa concreta y virtuosa, que no para encabezar una inexistente y negativa: lo que necesitamos, en este momento, es un qué, antes que un cómo.

Hoy, mucha gente levanta la mano expresando su voluntad por aspirar a la Presidencia, aduciendo —cada cual— sus propios motivos: desde quien busca la titularidad del Ejecutivo para meter a la cárcel a su pretenso antecesor, hasta quien quiere lograrlo para rectificar un camino que —supuestamente— alguna vez fue el correcto. La pregunta, en realidad, no consiste en cómo obtener el poder, sino en para qué conseguirlo: el reto no radica en la obtención de un puesto público —aunque fuera el más importante— sino en los resultados que podría arrojar una gestión exitosa.

Derrotar al régimen no es una causa por sí misma: respaldar una convicción —y sumar apoyos a una esperanza compartida— sí lo es, en cambio. La candidata tiene el poder —y la oportunidad— no sólo de ganar la gubernatura, sino de cambiar a su partido: la elección del Estado de México es un laboratorio para la presidencial, y así seguirá siéndolo al menos durante el año en curso. Respaldar al instituto, y sacudirse la imagen de su propio dirigente; rescatar lo mejor de la alianza opositora, sin fallarle a una ciudadanía que sabemos decepcionada. Podemos ganarle al viejito, si sabemos para qué….