Jueves, Noviembre 28, 2024
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El atentado, la intolerancia, la polarización

 

Jorge Fernández MenéndezJorge Fernández Menéndez             
Razones
 
 

El atentado que en la medianoche del jueves pasado sufrió Ciro Gómez Leyva no fue, no puede ser atribuido como tal, a un ataque de fuerzas gubernamentales contra el reconocido conductor de Imagen Televisión y Radio Fórmula. Pero sí fue el producto de un clima creado, cada mañana, desde Palacio Nacional en contra de comunicadores, medios, periodistas de todo tipo. El mismo viernes, luego de solidarizarse con Ciro, el presidente López Obrador volvió a la carga contra intelectuales y periodistas, en una letanía que cada día suena más incongruente e intolerante.

A Ciro literalmente le salvó la vida que su vehículo, que recibió nueve disparos, estuviera blindado. El atentado contra Ciro deviene, imposible engañarse al respecto, de su labor periodística, pero se produce porque existe un clima de confrontación, de agresiones e insultos contra los periodistas y los medios que impregna todo, pero que nace de las más altas instancias del poder.

El atentado, en sí, puede tener muchas razones u objetivos, desde una provocación hasta una venganza, pero este tipo de acciones se facilitan e incluso se tratan de justificar, ante el clima de agravio y polarización que se ha creado.

No es responsabilidad ni de los medios ni de los comunicadores garantizar la seguridad de cada uno de quienes hacemos noticias con los más diferentes puntos de vista y muchas veces con información crítica e incómoda para Palacio Nacional: es responsabilidad exclusiva del Estado y de quienes deben proporcionar esa seguridad. Una seguridad que se ha dejado de lado en forma incomprensible. Esta misma semana, México fue declarado el país más inseguro del mundo para ejercer el periodismo, por encima incluso de países en guerra, como Ucrania. En este 2022 suman 17 los periodistas asesinados y muchos más los que han sufrido ataques y agresiones.

 

Garantizar la seguridad de los periodistas implica acabar con el clima de agresiones y agravios y asegurar las condiciones para un ejercicio del periodismo libre de violencia. Las declaraciones de solidaridad son bienvenidas, pero no son suficientes. Mucho menos cuando los corifeos de quienes manejan medios en Palacio Nacional replican las agresiones contra las propias víctimas de esta violencia. Se revictimiza porque, una vez más, no se tienen razones, porque el agravio es la única respuesta que se esgrime como argumento. Llevamos 17 periodistas asesinados en este 2022 y en ningún caso se ha detenido a los autores intelectuales de estos crímenes. ¿Se necesita algún argumento más contundente para describir la prescindencia del Estado ante estos crímenes?

En 1994 dijimos que fue el clima político el que propició acciones como los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu, en una época donde la violencia estaba mucho más lejos de la vida cotidiana que ahora. No fueron ni Salinas de Gortari ni Camacho Solís los que orquestaron aquellos crímenes, no fue la lucha en sí por la Presidencia o la candidatura, fue el clima creado, donde la violencia tenía permiso, donde cualquier acción era posible porque parecía legitimarse todo. Y entonces estábamos muy lejos de a lo que hemos llegado ahora.

Apenas un día antes de este atentado contra Gómez Leyva, el presidente López Obrador decía que no se debía escuchar a Ciro, a Loret, a Sergio Sarmiento porque eso “provocaba un cáncer”. Y todos sabemos que, para mucha gente, un cáncer simplemente debe ser extirpado. Las palabras tienen peso, tienen importancia, influyen en la vida y en la política, en el ánimo y en el clima social. El presidente López Obrador cree que puede agredir, polarizar, agraviar cotidianamente a los que él mismo considera sus adversarios sin consecuencia alguna. 

Llama profundamente la atención que ni remotamente desde el gobierno se dedica el mismo tiempo a criticar a los jefes del narcotráfico y del crimen organizado, que el que se dedica a los medios y los comunicadores. ¿Cuándo hemos escuchado al Presidente hablando críticamente del Mencho, del Mayo, de los Chapitos, del Sapo, del Pez o del Fresa? Ésos son, entre otros, los hombres que son los responsables de 140 mil asesinatos en lo que va del sexenio. ¿Cuándo habla de ellos, cuándo los señala por su nombre y apellido, cuándo llama a un gran esfuerzo nacional para acabar con el crimen organizado?, ¿por qué se puede agredir diariamente a periodistas y comunicadores y, al mismo tiempo, pedir que no le digan Chapo a Guzmán Loera o saludar a su mamá con un apretón de manos que siempre se le niega a los periodistas o intelectuales críticos?

Hoy, disipar ese clima de violencia y polarización debería ser una prioridad absoluta para todos, comenzando con las declaraciones de los estamentos más altos del poder hasta las comunicaciones más pedestres de las redes sociales. Qué bueno que Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch se hayan declarado empeñados en saber quién atentó contra Ciro y en hacer justicia. Es muy importante, pero no es suficiente. Desde el propio poder se debe disipar, por su propia conveniencia y seguridad, el clima de intolerancia y polarización que desde allí mismo se ha creado. 

Desde aquí, nuestra solidaridad con nuestro colega y amigo Ciro Gómez Leyva y con todos los periodistas que, cotidianamente, sufren agresiones de todo tipo.