Jueves, Noviembre 28, 2024
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Activismo e inmediatez, plagas del periodismo

 

Pascal Beltrán del RíoPascal Beltrán del Río           
Bitácora del director
 
 

 

“El periodismo sólo merece ese nombre si resulta útil para que las personas desarrollen su plenitud su misión como ciudadanos”, escribe Antonio Caño (Martos, 1957) en su libro Digan la verdad, aparecido hace unos días en la editorial española La Esfera de los Libros.

Exdirector del diario El País, Caño pasa revista a una trayectoria de más de cuatro décadas en los medios de comunicación –que lo llevó a ser corresponsal en Buenos Aires, Ciudad de México y Washington, así como enviado especial en varios conflictos internacionales–, y medita sobre el papel del periodismo en “un mundo inundado de información” que nos hace “indefensos ante el impacto que provoca en nuestro comportamiento” y que puede llegar a esclavizarnos. 

Pese a que los periodistas “hemos perdido hoy una buena porción de respeto entre los ciudadanos”, es indispensable defender al oficio “como el instrumento imprescindible que es en una democracia”, escribe el reportero y columnista andaluz.

Algo que ha hecho un gran daño al periodismo, argumenta a lo largo del libro, es el papel de activistas que han adoptado muchos de quienes lo ejercen.

“Un periodista no es un activista”, asevera. “Tal vez es lo contrario de un activista. Su misión no es acabar con el racismo ni proteger a los desfavorecidos (sino) reflejar la gravedad y la complejidad de esos problemas”. 

Es fundamental abordar el tema del activismo, abunda, pues se trata de “una de las peores plagas que aquejan al periodismo y una de las principales razones de su pérdida de prestigio”. 

A juicio de Caño, “ese activismo, a veces camuflado en la selección de opiniones en un reportaje, es inaceptable y debe ser combatido por la profesión”.

  

Con frecuencia, ejemplifica, “el activismo periodístico se cree justificado por la supuesta necesidad de contener el fascismo o lo que algunos tienen como tal”.

Por ello, sostiene, “presentar como un trabajo periodístico lo que no es más que la defensa de una causa política, ideológica o social, por noble que sea, constituye una deshonestidad manifiesta y una violación del código ético de nuestro oficio”.

Y así como algunos políticos confunden el activismo con la política, “y una vez en el poder se dedican a agitar o a imponer su ideología cuando lo que les corresponde es gestionar los problemas de todos, muchos periodistas se comportan como activistas que impulsan su causa, no el interés informativo de los ciudadanos”.

Caño no teoriza. Fue blanco de una maniobra política para destituirlo como director de El País, a mediados de 2018, por no permitir que la línea editorial del periódico se pusiera al servicio de las ambiciones de Pedro Sánchez, el actual presidente de España.

“Sánchez entendía que su éxito como líder del PSOE era incompatible con mi presencia en la dirección de El País, por lo que no dejó en ningún momento de ejercer presión sobre la empresa, incluidos sus más notorios accionistas, en busca de mi destitución”, relata.

Caño siguió trabajando en El País como columnista, pero la incomodidad que producían sus opiniones en el partido gobernante fue el trasfondo de su despido de Prisa, la empresa editora de El País, en junio de 2021. 

Hoy, desde el asiento de la reflexión, se dice convencido de que, así como un medio debe resistir la práctica del periodismo partidista, también debe estar dispuesto a dar la lucha por la libertad y la democracia a fin de preservar la práctica del oficio.

Porque éste “no se puede realizar de veras en dictadura o bajo un régimen autoritario, proteger la democracia no pone en riesgo el rigor del periodismo sino, al contrario, constituye una garantía de que se realice en condiciones adecuadas”.

El de Caño es un libro fundamental para entender los retos del periodismo, que, a fe suya, se está asomando al abismo de su propia extinción, herido por el activismo y la inmediatez.