La voz de los pasos
Federico Reyes HerolesSextante
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EnviarMarchar es exhibirse, mostrarse, utilizar el cuerpo, la voz, los colores, lo que sea pertinente para sacudir las conciencias. Eso es lo deseable, lo normal. Las marchas son un recurso extremo de la democracia. Subyace un supuesto: en la contraparte hay ojos y oídos atentos, lectores sensibles a los mensajes que son lanzados. De entrada, se necesita honestidad para aceptar los hechos. ¡No fueron 12 mil! Nada que ver con la defensa del racismo, de la corrupción, del clasismo, de la discriminación. El alegato es ridículo. El mensaje fue muy claro. Escúchenlo.
Las marchas son relativamente nuevas, nacieron alrededor de 1850, C. Tilly dixit. De golpe, ampliaron los instrumentos del quehacer político. Además, generan identidades antes silentes. Eso ayuda a la pluralidad. Han sido muy útiles para impulsar nuevos derechos de minorías, de género, de derechos humanos, ambientales. Ocupar el espacio público, convertirlo en la plaza pública, ha enseñado gran eficacia. Ante el recurso extremo, la mayoría de los gobernantes reaccionan. Las excepciones son raras: Tiananmen, y pueden conducir a tragedias. Elías Canetti desmenuzó con brillo los actos de masa. Las marchas exitosas, y ésta lo fue por mucho, deben tener un fin, un objetivo que convoque y dé un sentido a la reunión. La defensa del INE convocó a cientos de miles en todo el país. Fueron sólo una muestra, un recordatorio, de lo que los números dicen: al INE lo respeta una gran mayoría de mexicanos. No lo toquen. Ése fue el mensaje central. Hubo otros.
Las marchas, en esencia, deben de ser pacíficas, ésta lo fue, llegó a lo festivo. Pacíficas porque buscan sustituir a las palabras que no son escuchadas, a las peticiones desatendidas, sacudir al desdén del poder hacia el ciudadano. Agotados otros medios, otras formas de expresión, sólo queda la calle. Por eso, los ciudadanos están dispuestos a entregar su tiempo, a desgastar su cuerpo, a quedar afónicos, a sudar, a lo que sea, había personas con discapacidad motriz. Las marchas son producto de la desesperación. Desesperación, otro mensaje. José, Pepe, Woldenberg dio voz a esa desesperación. Lo hizo con firmeza, con elegancia, con palabras respaldadas por su rica biografía. Cero ataques personales.
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