El actual Presidente de la República advirtió, al hablar acerca del tiempo que resta de su sexenio, que los “dos años que faltan van a ser los mejores”. Más allá de sus propios datos –en los que siempre halla elementos para continuar dibujando una realidad alterna, en la que todo son logros y triunfos, a pesar de lo que se vive día con día en el país–, durante esta semana ha quedado muy claro que el discurso oficial estará más que orientando a explotar aquello que se ha convertido, nadie lo dudaría, en uno de sus principales motores a lo largo de casi dos décadas: el insulto y el ánimo pendenciero que tanto le gusta a sus seguidores y fanáticos casi religiosos del llamado “obradorismo”.
Retórica del vituperio
Carlos Carranza