Viernes, Noviembre 29, 2024
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Desconfianza

Pascal Beltrán del RíoPascal Beltrán del Río
 
Bitácora del director
 

 

Esta semana, desde su conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador sugirió que vaya una comisión de legisladores a Brasil para aprender cómo se ha logrado en aquel país tener los resultados de las elecciones la misma noche de la jornada de votación.

 

El mandatario estaba en plena promoción de su reforma electoral cuando se puso a alabar el sistema brasileño, aprovechando que su amigo Luiz Inácio Lula da Silva acababa de salir ganador de la segunda vuelta de los comicios presidenciales.

“Hay que copiar lo bueno”, conminó López Obrador, refiriéndose al voto electrónico que existe en Brasil.

La iniciativa presidencial ha generado mucho debate en México, pues —a juicio de expertos, opositores y organizaciones civiles de México y el extranjero— pone en riesgo la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE).

Más allá de que López Obrador tiene razón en que en Brasil se dan a conocer los resultados definitivos de las elecciones con mayor celeridad que en México, ese tema nada tiene que ver con el debate actual. Y tampoco es que nuestro país no tenga experiencia en voto electrónico ni que carezca de la tecnología para llevar éste a cabo.

Desde que Coahuila puso el método a prueba en 2005, una media docena de entidades federativas ha tenido alguna forma de voto electrónico en comicios locales. Las que lo tuvieron de manera más reciente fueron Aguascalientes y Tamaulipas en su respectiva elección de gobernador (en 50 casillas cada uno).

Si no ha avanzado más rápido la sustitución de las boletas de papel por el voto electrónico es por la desconfianza de los partidos, me dijo ayer, en entrevista para Imagen Radio, el exconsejero electoral coahuilense Carlos Arredondo, a quien le tocó supervisar el primer uso de la urna electrónica en el estado. “Sigue existiendo la creencia de que el sistema puede ser hackeado”, comentó.

 

Y es que ése es el problema con muchos aspectos de los procesos electorales en México: la desconfianza de quienes se someten a la decisión de los ciudadanos, además de su negativa a reconocer los resultados electorales cuando no les son favorables.

De nada serviría adoptar el voto electrónico a nivel nacional si los actores políticos no están dispuestos a aportar el valor más importante que requiere la democracia: la confianza.

 
Otro problema es el costo: abundan en México los gobernantes que no quieren gastar el dinero de los contribuyentes en algo que no los haga lucir a ellos en el corto plazo. Si bien existe tecnología mexicana para echar a andar el voto electrónico, cada urna tiene un costo de dos mil dólares.

Al hacer su propuesta de que los legisladores vayan a Brasil a aprender sobre el voto electrónico —algo innecesario, insisto, porque México ya tiene experiencia en la materia—, el Presidente parece creer que ese sistema se puede implantar de la noche a la mañana y usarse en la elección de 2024.

La verdad es que a Brasil le tomó muchos años terminar dicho proceso, que comenzó con elecciones locales en 1996.

Además, esa no es la mayor fortaleza brasileña en materia de elecciones, sino su Tribunal Superior Electoral (TSE) —organizador y árbitro de los comicios—, integrado por cinco jueces y dos expertos, que se han sumado paulatinamente al órgano, luego de haber sido propuestos para ingresar en el Poder Judicial por distintos presidentes (Michel Temer,  Lula da Silva y Jair Bolsonaro).

Si López Obrador tanto admira el sistema electoral brasileño, nada se necesita copiar. El INE tiene la experiencia y el prestigio suficientes para garantizar la limpieza de las elecciones. No hay mejor prueba que el hecho de que tres cuartas partes de las elecciones en el último cuarto de siglo hayan terminado en la alternancia. Quizá eso es a lo que teme el oficialismo y de ahí la premura para aprobar una reforma antes de las elecciones presidenciales, en lugar de esperar las siguientes intermedias, como siempre ha ocurrido con esos cambios.

El riesgo que se corre al hacer las cosas de esa manera es que, aun en caso de que se mantenga Morena en Palacio Nacional, el resultado de 2024 quedará manchado por esa reforma, que muchos sectores de la sociedad mexicana están rechazando.