Yuriria Sierra
omo no queriendo, el viernes pasado el secretario de Gobernación expresó esto en el Congreso de Hidalgo: “Desde luego que un militar puede participar en tareas políticas, puede tener aspiraciones políticas, incluso ser presidente de la República, pero para ello deberá participar en procesos electorales, someterse a las urnas...”. Como no queriendo, Adán Augusto López lanzó así su sugerencia.
Al día siguiente, como no queriendo, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló así durante su gira por Guerrero: “Yo voy a estar hasta finales de septiembre de 2024, faltan 23 meses y tengo el propósito de cumplir todos los compromisos ahora sí que lo que tenemos como reto, como desafío es vencer el tiempo. Podríamos pensar en proponer una reforma para ampliar el periodo presidencial, pero eso sería contrario a nuestros principios, a nuestros ideales, sería traicionarnos…”, así, como no queriendo.
Qué importante sería para él cumplir con todos sus compromisos de campaña; pero como es fervoroso seguidor de Francisco I. Madero y su doctrina de la no reelección, está atado de manos para ampliar su mandato. Ah, pero qué oportuno es recordar que la posibilidad de una iniciativa de reforma constitucional ahí está, sobre la mesa.
Como no queriendo, tanto el Presidente como el secretario de Gobernación, hacen esos guiños con lo innecesario y que tensa aún más el entorno político de por sí ya polarizado e incendiado.
Muy mal mensaje. Esto llega en los días previos al inicio de la discusión en comisiones de la reforma electoral enviada por el Presidente. Y para atizar, lo expresado ayer también por López Obrador: “Nunca ha habido democracia, es hasta ahora que se empiezan a dar los primeros pasos...”, en respuesta al llamado que hicieron desde la Comisión Europea para la Democracia, para no cambiar lo que funciona, o sea, al INE, pues, como lo hemos comentado, cualquier modificación abonaría a la desconfianza (y hasta el desprestigio).
Y, aunque también este martes por la mañana, López Obrador aseguró que las Fuerzas Armadas no tienen aspiraciones de poder ni tintes golpistas; su forma de suavizar lo expresado por el titular de Gobernación, resulta un despropósito cuando se vienen semanas intensas en materia política: está el juego de las corcholatas, que irá subiendo de tono, pero, también el estira y afloja entre López Hernández y los gobernadores de oposición y, desde luego, la discusión de la reforma electoral.
¿Por qué hacer estos guiños contra lo que sabe son temas altamente inflamables? Dirigir el debate es una de las cualidades favoritas del Presidente, lo sabemos.
Por lo pronto, toca la defensa de las instituciones, más cuando están los peligrosos guiños que, aunque después intentan corregir, quedan ahí como los fantasmas que una democracia no puede permitirse.