Jueves, Noviembre 28, 2024
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Cuando las filtraciones nos alcancen

 

Vianey EsquincaVianey Esquinca     
La inmaculada percepción
 
 

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha señado en múltiples ocasiones que es partidario de que no se oculte nada sobre ningún caso, que la “transparencia es la regla de oro de la democracia”, que si “se conoce la verdad, no hay problema, la verdad es la que nos va a liberar de todo”. Por supuesto, estas declaraciones son de dientes para afuera, pues el actual gobierno federal es hasta 4 veces más opaco de lo que fue la administración de Enrique Peña Nieto, lo cual ya es mucho decir.

Las respuestas más recurridas para negar información van desde que es “confidencial”, “reservada” o de plano que “no se localizó evidencia documental”. Por eso resultan tan reveladoras las filtraciones que se dieron a conocer la semana pasada. El caso Ayotzinapa o el hackeo a la Secretaría de la Defensa han evidenciado un sistemático esfuerzo no sólo por ocultar las cosas, sino incluso de mentir.

Por supuesto que el hackeo es ilegal en cualquier vertiente, junto con la grabación y difusión de mensajes obtenidos sin orden judicial. Sin embargo, eso nunca ha sido obstáculo para que esa información sea utilizada en contra del enemigo político o de un gobierno. Lo hizo de manera descarada la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, para presionar y dejar al descubierto la clase de político que es el priista Alejandro Moreno, y lo hizo el propio periodista Julian Assange a través de la plataforma WikiLeaks, quien divulgó documentos militares de Estados Unidos e informes sobre la guerra en Irak que pusieron en jaque a la administración estadunidense.

Hoy es el turno de la 4T, quien recibirá una sopa de su propio chocolate. El grupo hacktivista autodenominado Guacamaya, hackeó a organismos militares y policiales en Chile, El Salvador, Colombia, Perú y México, y puso a disposición de periodistas e investigadores la información para su uso.

 
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La primera parte de lo que fue revelado abordó la salud de López Obrador; que los secretarios de la Defensa y de la Marina no van al mercado juntos, pues hay diferencias serias y el tabasqueño fue, en efecto, quien detuvo el operativo contra Ovidio Guzmán en el ya famoso Culiacanazo. El mandatario mexicano tomó estas filtraciones con humor y no les dio importancia. Volvió a irse en contra del mensajero y cambió la conversación. Este primer round lo ganó y le salió barato. Ni siquiera tuvo que recurrir a su ya vieja estrategia de sacar a funcionarios, corcholatas y legisladores a solidarizarse con él y decirle que “no está solo”.

Sin embargo, eso no va a terminar ahí. De acuerdo con lo que se ha dicho, existen seis terabytes de información de la Sedena. El Presidente estará irremediablemente involucrado en un dilema. Ha llamado a Assange “un preso de conciencia injustamente tratado”, un “Quijote de la libertad de expresión” y que “su delito fue denunciar violaciones graves de derechos humanos en el mundo”. Esto le ata las manos para criticar o condenar las filtraciones que se sigan dando sobre su gobierno.

Lo que se siga divulgando requerirá control de daños inmediato. Se necesitará más que canciones de Chico Che, Pablo Milanés o Amaury Pérez para responder a los escándalos, que según los hacktivistas van a provocar. Muy probablemente, como ha sido desde 2018, el Ejecutivo será el pararrayos de esta crisis. Será él y sólo él quien pichará, cachará, correrá y dará bola. Se verá tratando de sacar temas para desviar la atención y acusará que este hackeo es un compló contra su administración. En las siguientes semanas se sabrá si esto le funciona o las filtraciones le mancharán su plumaje y lograrán lo que la oposición no ha podido: dañar su popularidad.