El triunfo político que Palacio Nacional obtuvo en la Cámara de Diputados con la llamada reforma del Primor, el 14 de septiembre, se tropezó una semana después con el dique de buena parte de los senadores del PRI, PAN, PRD, Movimiento Ciudadano y Grupo Plural.
La oposición celebra. Pero es una victoria temporal, porque el gobierno continuará en la pepena de los votos que este miércoles 21 de septiembre no logró cooptar.
Es cierto que formalmente existe una mesa de trabajo en la que el coordinador de la bancada de Morena, Ricardo Monreal, estaría buscando construir con varios priistas la redacción que sume los 11 votos necesarios para validar la ampliación hacia 2028 de la presencia militar en tareas de seguridad pública.
Con la participación de Jorge Alcocer como asesor del morenista, en ese equipo estarían Jorge Carlos Ramírez Marín y Sylvana Beltrones, del PRI, así como Miguel Mancera del PRD y Emilio Álvarez Icaza, del Grupo Plural, esa pequeña fracción de 4 que se ha vuelto determinante en el Senado por el peso que en la tribuna y en el cabildeo tienen los exmorenistas Germán Martínez y Nancy de la Sierra y el aún panista Gustavo Madero.
Pero el tema de fondo no es modificar el 5o. Transitorio del decreto de creación de la Guardia Nacional para postergar por cuatro años más el plazo de las Fuerzas Armadas que vencería en marzo de 2024.
La prisa del gobierno es acelerar el descarrilamiento de la oposición que, como ha quedado de manifiesto, es vulnerable a las presiones de Palacio Nacional: sea sumando al presidente del PRI, Alejandro Moreno, a quien hace un mes querían desaforar; chantajeando a gobernadores de que sin reforma no tendrán apoyo para afrontar a la delincuencia; activando presuntos expedientes; o con las exhibidas mañaneras, como la lista de este jueves con 21 senadores que, a decir del gobierno, son adversarios de a deveras.
En el PAN hay senadores que por temor o conveniencia están sucumbiendo a la presión: Raúl Paz Alonzo se pasó a Morena; Indira Rosales se ausentó en la sesión del miércoles; y se habla del probable respaldo de Antonio Martín del Campo de Aguascalientes, acaso como regalo del gobernador Martín Orozco, que en dos semanas concluye su encargo.
Y si bien otro trío de panistas podrían estar consultando con la almohada si ceder al canto de Bucareli, la vulnerabilidad mayor radica en la bancada del PRI que conduce Miguel Osorio, al grado que hasta el nombre de una de sus más cercanas colaboradoras, la senadora Nuvia Mayorga, figuraba en la quiniela que el bloque 4T traía el martes de los votos favorables que les darían el triunfo político y legislativo.
Sí, son especulaciones mientras la votación de la reforma sigue pendiente, en un clima de incertidumbre parlamentaria conformado por cadáveres en el clóset, familiares con deudas ante la justicia, expectativas de futuro y miedo a la revisión de arreglos administrativos y financieros que en los discrecionales códigos de Palacio se pintan como corrupción cuando así conviene.
Pero, así como el senador priista Mario Zamora contó con el temple de negarse al chantaje sinaloense, otros prefieren más una alianza con Morena que con el PAN por afinidad política o por animadversión electoral histórica.
Por todo ello, la coyuntura de septiembre ha dejado al descubierto la distancia entre el pragmatismo de los priistas, que parecieran aspirar sólo a sobrevivir y la vocación de competencia del PAN, que todavía no apaga sus veladoras para 2024.
En el PRD de Jesús Zambrano, integrante de la coalición que iba por México, se observa una división similar.
De manera que, independientemente de la suerte que tenga la reforma del Primor, estamos ante una reingeniería de la oposición.
El PAN de Marko Cortés ya se prepara para ir solo en 2023, bajo el consuelo de que las plazas en disputa son priistas, por lo que la separación –aun sin divorcio-- de la alianza afecta principalmente a los gobernadores de Edomex, Alfredo del Mazo, y de Coahuila, Miguel Riquelme, porque al ir por separado, los panistas le quitarán votos al PRI.
Y aunque el éxito presidencial en las urnas el próximo año ahora suena seguro, también es probable que conlleve un costo: que el provocado rompimiento de Va por México le abra paso a una nueva ruta opositora.
Porque ya sin los priistas, se filtran los canales de comunicación entre PAN y Movimiento Ciudadano, pilar en el rechazo a la militarización.
Y es que el dirigente de MC, Dante Delgado, protagonista estelar del dique de contención en el Senado, se negó hasta ahora a cualquier posibilidad de sumarse a la coalición por su diagnóstico de desahucio hacia el PRI.
Ante lo sucedido con Alito, la realidad le ha dado la razón a Dante Delgado, al frente de un Movimiento Naranja que comparte ahora con los panistas el acompañamiento de la sociedad civil organizada, cuyo escrutinio resultó determinante en esta coyuntura, despuntando como un actor vigilante del desempeño legislativo y partidista.
Así que cabe la duda de si en el afán por romper la alianza que iba por México, el gobierno estaría contribuyendo a la necesaria, postergada y aún pendiente depuración opositora