Yuriria Sierra
Apenas se cumplía el primer semestre del sexenio. En mayo de 2019 platiqué con María Elena Álvarez-Buylla, directora del Conacyt, quien enfrentaba dos polémicas que, al tiempo, se convertirían en las menores. En aquellos días, El Universal reveló en su primera plana: “El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología contrató un servicio de comedor gourmet con chef, saloneros y hasta un nutriólogo para que diseñe y supervise los platillos…”. En entrevista, la funcionaria afirmó que se trataba de información imprecisa y distorsionada, no sólo porque no se trataba de un “comedor gourmet”, sino que tampoco implicaba una derogación de 15 millones de pesos: “El Conacyt tiene contemplado un gasto anual de 6 millones de pesos para el servicio de comedor de los trabajadores…”, me aclaró en Imagen Noticias.
En aquella conversación hablamos también de otro asunto, uno aún más mediático: adolescentes que irían a la Olimpiada de Matemáticas, en Sudáfrica, habían solicitado ayuda para cubrir los gastos del viaje. La Sociedad Matemática Mexicana denunció que el Consejo a cargo de Álvarez-Buylla no había cumplido con un convenio. El eco fue tal, que Guillermo del Toro respondió y les pagó el vuelo a los doce jóvenes atletas matemáticos, una empresa privada cubrió el hospedaje.
Eran los primeros seis meses del sexenio, ni la ciencia ni la tecnología metieron acelerador en la dinámica de crecimiento. Las polémicas que llegaron tiempo más tarde caminaron en dirección contraria a lo que, pensaríamos, es la ruta de desarrollo y fortalecimiento de una de las áreas de oportunidad que más necesitan robustecerse, si es que nuestro país desea ser parte del andar global. Aunque, por el contrario, este sector se convirtió en otro campo de guerra. Así, el Conacyt se encargó de expandir su espectro de acción y de sumarse a la narrativa oficial de que todo lo anterior tiene tufo neoliberal. Comenzó una batalla con el alumnado y profesorado del CIDE, uno de los centros educativos de mayor prestigio, dedicado a la investigación política y social, y al que, tras una asamblea extraordinaria convocada por Álvarez-Buylla, le cambiaron los estatutos para nombrar como director a José Romero Tellaeche, quien durante su interinato ordenó despidos de la planta docente por “rebeldía” y “falta de confianza”, en los días en que también Andrés Manuel López Obrador denostaba el trabajo de la sociedad civil e investigadores, calificándolos, adivinaron, de “neoliberales”. Meses antes, el Conacyt de Álvarez-Buylla no dijo una sola palabra cuando la 4T ordenó la desaparición de, al menos, 90 fideicomisos dedicados a la investigación científica y tecnológica. Hace apenas tres semanas, Nayeli Roldán, de Animal Político, reveló que, aunque desde 2016 el Consejo otorga menos becas de estudio en el extranjero, es en el periodo que compete a la 4T en que éstas se han otorgado casi a cuentagotas, por ejemplo, si en 2020 fueron 2 mil 8, para el año siguiente sólo 742.
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