Luis Pazos
En el siglo XXI, con la alternancia en la Presidencia, nació la esperanza en gran parte de los mexicanos que habíamos dejado atrás la llamada, por el Premio Nobel en literatura Mario Vargas Llosa, “dictadura perfecta”.
El PAN tuvo el poder ejecutivo dos sexenios, pero no pudo realizar las reformas estructurales por no tener mayoría en el Congreso y a que casi todos los Estados seguían en manos del PRI. En los gobernadores de esos estados se apoyó el PRI para regresar a la Presidencia.
Los gobernadores priístas, a los que les salió lo de “libres y soberanos”, una vez que no hubo un presidente del PRI, no han rendido cuentas claras del destino de miles de millones de participaciones federales y de las enormes e impagables deudas que contrajeron.
Del manejo arbitrario de esos millonarios recursos, sin dar cuentas a ninguna autoridad superior, se desviaron miles de millones para los patrimonios privados de los gobernadores, sus colaboradores y para campañas del PRI a nivel municipal, estatal y federal.
El apoyo a la campaña presidencial de cientos de millones, gran parte en efectivo, por los gobernadores, fueron definitivos para el triunfo del candidato del PRI a la presidencia. Esas ayudas les dieron impunidad a los “gobers” sobre los millones desviados a sus patrimonios.
A pesar de que siete de cada diez mexicanos no votan por el PRI, mediante alianzas y la división de la oposición a “billetazos”, siguen ganando, como en Colima, donde el PAN obtuvo el 39.7% de los votos y el PRI el 33.3%, pero sumados con los del verde, al que ayudaron para que no le quitaran su registro, NA y del PT, partido al que le consiguieron de nuevo su registro, se quedaron con la gubernatura.
La pluralidad y la alternancia, que parecía haber llegado para quedarse, están en peligro de desaparecer, pues el PRI quiere el poder total a cualquier precio y por cualquier método, para consolidar de nuevo una “dictadura perfecta”, como en el siglo pasado