VUELO DE PROPUESTA.- Adquirí mi primer computadora por allá en 1987 y desde entonces soy un fanático apasionado de la comunicación vía las ciberpistas y un constante usuario de la información a través del servicio proporcionado por Google y otros motores de búsqueda usualmente utilizados para bajar los contenidos de la nube cibernética. Me comunico con mis amigos y mis familiares utilizando Facebook, Twitter y (todavía) el correo electrónico que me ofrece Hotmail, Yahoo y G-Mail. Esta maravilla potencia el diálogo pero tiene sus asegunes y sus trampas que acechan en el anonimato de las redes.
VUELO COMUNICÓLOGO.- Admiro a Humberto Eco, filósofo, semiólogo, escritor y novelista, cuyos textos La estructura ausente y Tratado de Semiótica general fueron base para mi cátedra “Semiótica y Semiología”, en la Universidad de Occidente, campus Guamúchil. Eco publicó, con ocasión de su cumpleaños 84, una dura crítica para la condición anónima de los usuarios de las redes sociales y la facilidad para construir pirámides de información cuya credibilidad raramente es puesta en duda. Ciertamente las redes sociales son extraordinarias herramientas comunicacionales y no pocas veces han contribuido para solucionar problemas, o conseguir coadyuvancia en situaciones graves de salud pública o de violación a los derechos humanos. Sin embargo esta misma facilidad permite que personas sin información objetiva o con notoria mala fe difunden falacias en la red y cuyos contactos son inoculados por la duda o, peor, convencidos para que actúen en forma equivocada. Me permito repetir una de las frases de este laureado profesor que ha hecho historia no solo con sus tratados y numerosos ensayos sino también con exitosas novelas como “El péndulo de Foucault” y “El nombre de la rosa”, llevada esa última a la pantalla grande: (Las redes sociales) dan derecho a hablar a “legiones de idiotas que primero parloteaban solo en los bares pero ahora creen tener la misma calidad de opinión que un premio Nobel”
VUELO DE RELACIÓN.- Con ocasión de la captura de Joaquín Guzmán Loera, la semana pasada las redes sociales se dieron vuelo publicando comunicaciones de lo más diverso, desde congratulaciones exorbitantes a mensajes que destilaban concentrado acíbar de maledicencia; algunos de estos mensajes contenían insultos a las autoridades, golpeteos a Peña Nieto y suposiciones estrambóticas como un usuario que afirmaba que lo que vimos por televisión era solo un “montaje”. Como si Los Mochis fuera un pueblucho y sus doscientos cincuenta mil habitantes fuesen estúpidos comparsas. Tales extremos no pueden menos que llevarnos a reflexionar sobre algunas de las dudas que imponen cuestionar la veracidad de esta clase de comunicaciones electrónicas. Como comunicólogo profesional la primera que me salta a la vista es la absoluta inseguridad de que el emisor del mensaje sea real o por lo menos la persona que dice ser. La segunda es la intencionalidad de los mensajes que nos llegan sembrando dudas y provocando aviesamente, que se minimicen las acciones positivas ahogándolas con mala fe, haciendo declaraciones de toda clase; es decir, utilizando el rumor para manipular la opinión pública.