Guantanamera
Los agentes de Migración los despojan de lo poco que tienen, menos su dignidad. Al final del camino, algunos de los afortunados que siguen vivos llegarán a los pueblos de Texas, Arizona, Nuevo México o California para inven-tarse un sueño.
30 de Diciembre de 2015
Generosa ella, la política exterior del Estado mexicano ha decidido auxiliar a cinco mil cubanos que están varados en territorio de Costa Rica para hacerlos transitar miles de kilómetros para que lleguen a la frontera con Estados Unidos. Ahí, gracias a la política anticubana estadunidense, serán recibidos con los brazos abiertos y, puesto que los malvados hermanos Castro son unos tiranos que no respetan la libertad ni los derechos humanos, recibirán el tratamiento de exiliados políticos con derecho a obtener empleo, estatus que al cabo de un año se convertirá casi en automático en residencia permanente y legal. Luego en la ciudadanía.
Para esta triquiñuela, que la Secretaría de Relaciones Exteriores califica de “traslado humanitario”, el gobierno de México cuenta con la complicidad de los gobiernos de Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Panamá y la propia Costa Rica, de quien uno esperaría conducta más digna.
Nada en contra de los cubanos que quieren irse a los Estados Unidos. Como todo el mundo, ellos deben tener el derecho a largarse a donde les dé su gana, si es que ahí les admiten. Desde luego que estos cinco mil jóvenes —que lo son— no pueden llamarse perseguidos políticos. Quieren ir al sueño americano, al país de los billetes verdes y las fortunas fáciles, o al menos eso creen.
Lo mismo creen decenas de miles de guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y miembros de otras nacionalidades, que emprenden el penoso y peligroso peregrinar del Suchiate al Bravo, dos ríos que enmarcan su destino, que no es fácil. En ese tránsito son violadas y violados, extorsionados, robados y muertos con frecuencia. Suben al tren que se llama La Bestia y se reparten el agua y los escasos víveres que pueden cargar. En el camino, señoras generosas, mexicanas, les dan de comer y de beber lo que pueden, aunque sea poco.
En ese tránsito, las policías de todo jaez les despojan de los pocos dólares que pudieron juntar en su tierra, en la esperanza de encontrar un pollero que los cruce “la línea”. Los agentes de Migración los despojan de lo poco que tienen, menos de su dignidad. Al final del camino, algunos de los afortunados que siguen vivos llegarán a los pueblos de Texas, Arizona, Nuevo México o California para inventarse un sueño.
Si a los insatisfechos agentes de la migra mexicana se les da la gana, esos centroamericanos serán deportados a su país de origen, si les va bien; si les va mal, solamente serán puestos en territorio guatemalteco para que le hagan como puedan. Eso quiere decir volver a intentar el mismo calvario de cruzar por las ingratas tierras mexicanas, con su corrupción y su violencia.
Los cubanos que quieren ir al sueño americano no tendrán que pasar por esto.
El gobierno mexicano, con la complicidad de los otros peones del gobierno de Estados Unidos, facilitará el “traslado humanitario” de los cubanos para que se reúnan con sus familiares en la Pequeña Habana de Miami. Yo no sé si se usará el nuevo avión del Presidente o si se los llevarán en autobuses fletados por nuestros impuestos. Les darán, sin duda, un lonche para el camino. Algo que ya quisieran los otros guantanameros que quieren lo mismo que estos cubanos, casa y comida, trabajo, mejor vida, escuela para sus hijos, seguridad y paz. La vara es distinta para medir a estos exiliados voluntarios. Ellos no serán regresados a La Habana para que tramiten un pasaporte —que difícilmente les darán— y una visa en la nueva embajada de los Estados Unidos —que tampoco obtendrán con facilidad, si tienen que cumplir con los requisitos que Estados Unidos pone a los mexicanos que quieren una— no serán sujetos a procesos por violación a las leyes migratorias de su país. No, estos cubanos serán objeto del trato especial que la política exterior mexicana ha decidido otorgarles.
Hay que ver.