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De traiciones y esas cosas.

Malova sabe, la traición siempre cobra

El silencio tiene que ver con la deslealtad de 2010, cuando arrojó al bote de la basura su militancia priista y aceptó mantener el cacicazgo de Juan Millán en Sinaloa por 18 años, cobijado con las siglas del PAN, PRD y Convergencia

 
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> Desde el 2012 y más aún hoy, López Valdez se esfuerza por parecer más priísta que Peña Nieto y Beltrones, pero sólo provoca sus carcajadas porque lo conocen a fondo y saben que no es de confiar

Tarde o temprano, como la inmanencia en la justicia, la traición se revierte contra quien la comete.

En la reunión del Consejo Nacional Agropecuario, el viernes pasado, fue evidente el desasosiego de Mario López Valdez porque su mirada no alcanzaba a cruzarse con la del Presidente Peña Nieto. No tiene manera de ocultar el nerviosismo que hace tiempo lo acompaña porque sus reiteradas peticiones de audiencia no son escuchadas.

En principio lo justificó en la proclividad de Erwin Lino a organizar al mandatario una agenda extenuante de madrugada a madrugada, pero algunas señales ya no le dejan duda de que el silencio no tiene que ver con las ocupaciones del mandatario, sino con la traición de 2010, cuando arrojó al bote de la basura su militancia priista y aceptó mantener el cacicazgo de Juan Millán en Sinaloa por 18 años, cobijado con las siglas del PAN, PRD y Convergencia.

No sólo traicionó a su partido, sino que de paso se dio a la tarea de arruinar la reputación de Jesús Vizcarra Calderón que contaba con las simpatías de Enrique Peña Nieto, ya para entonces perfilado como quien recuperaría la Presidencia para el PRI.

Nada de eso importó a López Valdez; no confiaba en la capacidad de Peña Nieto para conquistar la candidatura priísta y derrotar al PAN y a Andrés Manuel López Obrador, pero tampoco podía dejar de escuchar las órdenes de su jefe, Juan Millán.

Hoy pretende prolongar el cacicazgo de Millán por 6 años más a través de Gerardo Vargas Landeros, pero en sentido contrario, es decir, echando a la basura las siglas del PAN y del PRD y usando las del PRI, sin embargo, se   encontró con que el verbo traicionar suele desencadenar al final consecuencias impredecibles, pero además hay quienes no olvidan.

Hasta el sueño ha perdido el gobernador sinaloense de sólo pensar que Vizcarra Calderón pudiera sucederlo. Inevitablemente piensa en su ex colega de Sonora, Guillermo Padrés, y se mira defendiéndose en tribunales y en los medios de comunicación una vez que deje de ser gobernador.

Peor aún, existe la posibilidad de que su odiado rival, Vizcarra, no llegue, pero el “monstruo” que ayudó a construir para cerrar el camino a sus enemigos, el diputado independiente Manuel Clouthier, podría ser más peligroso, pues nadie tiene control sobre él.

Para entonces ni la sindicación mediática que sostiene a precio de oro en la Ciudad de México podría aligerarle la carga del desprestigio porque ya se sabe, esas plumas dejan de colaborar en cuanto cesa la paga, y ni modo que entonces meta mano a los ahorros.

Para entonces no servirá al gobernador sinaloense ni siquiera el sobado argumento que suele esgrimir a la menor provocación: ser el gran, el mejor amigo, qué digo, el hermano del líder nacional del PRI con quien coincidió en el Senado de la República.

En realidad, Malova no conoce a Beltrones. Aun si fuera cierto que es el mejor de sus amigos pretende ignorar las prioridades del líder partidista; está en plena construcción de sus propias posibilidades futuras y sabe que dependen única y exclusivamente del inquilino de Pinos. Para él juega, sólo para él, y además no gusta, en realidad le asquean los traidores, aunque por relaciones pública y política los tolere.

Con seguridad a Manlio repugna, como al Presidente Peña Nieto, que el ‘delfín’ de Malova, Vargas Landeros, presuma su priísmo nacido cuando tenía 17 años de edad y olvide que en 2010  hizo pedazos la casaca tricolor para coordinar la campaña de su patrón.

Para Peña Nieto y Beltrones, que sufrieron desde el 2000 y hasta el 2012 las deserciones de los desleales en busca del cobijo del PAN o del PRD, no hay términos medios: eres priísta o no.

Y Malova y Vargas Landeros lo dejaron de ser en 2010 sólo para encontrarse con que mientras ellos se vestían de azul y amarillo dos años después el PRI recuperaría la Presidencia.

Desde el 2012 y más aún hoy, López Valdez se esfuerza por parecer más priísta que Peña Nieto y Beltrones, pero sólo provoca sus carcajadas porque lo conocen a fondo y saben que no es de confiar, mucho menos si no es capaz de tomar un par de copas porque las cabras se le van al monte y a partir de ese momento no se sabe qué onda con él.

Es cuestión de días para que le sea comunicada directamente la decisión del PRI sobre su sucesión, si es que le tienen alguna consideración, de lo contrario, quizá lo escuche de labios del delegado priísta en la entidad, el jalisciense Ramiro Hernández García, al que ha tratado de cooptar sin conseguirlo porque el senador Arturo Zamora, secretario de Elecciones del PRI, que ya fue delegado en esa entidad, observa de cerca, muy de cerca.

Una vez que haya candidato priísta es posible que consiga  la anhelada audiencia con el Presidente, pero entonces quizá encuentre que sólo será recibido para escuchar la recomendación de ponerse las pilas, ayudar al candidato, quien sea, y aprovechar el tiempo en poner en orden sus papeles y sacar los muertos del clóset, porque lo de Padrés es apenas un botón de muestra, un aviso a tiempo.

O dicho de otra manera: una traición más y entonces sí.

Ahora que si quiere ahorrarse ese momento enojoso debería apresurarse en buscar citas con personajes que él conoce y comprometerse a que por esta ocasión sí se conducirá con lealtad al partido que le dio todo, pero que, como muchos traidores, abandonó cuando le negó la candidatura a gobernador.

Prometer al menos ser neutral y pedir a sus aliados mediáticos dejar en paz a quienes buscan la candidatura.

Y, por cierto, quizá también valga la pena hablar con Clouthier, quien no tarda en usar contra Vargas Landeros los evidentes actos anticipados de campaña, así como la millonaria propaganda en autobuses y taxis que lucen las siglas del ex priísta que quiere regresar al establo abandonado en 2010.