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Fox no trajo lo que muchos esperaban, pero sí aportó lo inesperado.

Oteando

La métrica sexenal engaña por partida doble. Nos hace creer en la súbita edificación del país deseado, todo en seis años. Pasamos, así —una y otra vez—, de la esperanza infundada en un individuo a la decepción que mutila áreas de la realidad. A la par, los sexenios olvidan todo lo positivo que ocurre más allá de ellos. Los países tienen ritmos propios. Hace 15 años la alternancia en el Ejecutivo federal llegó a México. Fox fue muy popular, dejó de serlo. Fox leído como redentor provocó una estela de decepción. Pero, ¿es justo mirarlo así?

 

08 de Diciembre de 2015

La expectativa vendida era aniquilar al PRI, crear una Comisión de la Verdad con un enorme patíbulo del cual rodarían muchas cabezas. No pudo satisfacerla, era infundada. Fox no trajo lo que muchos esperaban, pero sí aportó lo inesperado. No fue un populista de derecha como se advertía. Delegó el manejo de la economía en un profesional, Francisco Gil Díaz, y el país creció más o menos al mismo ritmo que lo hace hoy. Impulsó el IVA generalizado en alimentos y medicinas, se lo rechazaron. Encaró las pensiones en el IMSS, avanzó. Ernesto Zedillo había dado el primer gran golpe, la creación de las Afores (hoy  equivalentes 14% del PIB). Continuó con los programas asistenciales. Fox impulsó el acceso a la información, que no esperábamos. Con Castañeda en la cancillería, trató de romper con la inercia de la cómoda Doctrina Estrada, pero la ambigua realidad latinoamericana se impuso. Rechazó en el Consejo de Seguridad la intervención en Irak a sabiendas de los costos que ello tendría en el intento por lograr una reforma migratoria. El rumbo era correcto, tan es así que hoy seguimos con varios de los mismos expedientes abiertos.

Fox continuó la apertura comercial a pesar de que muchos empresarios se oponían. Trató de construir un nuevo aeropuerto capitalino, también fracasó. Su retórica sobre ALCA molestó a la región. “Que se coman su gas”, como expresión a los bolivianos, ofendió justo en el ascenso de Evo Morales. El distanciamiento se generalizó con Ecuador, Chile e incluso Uruguay. Los rumores de corrupción lo acompañaron desde Amigos de Fox hasta el final. A pesar de haber creado la AFI, la seguridad se le fue de las manos. Pero el país siguió su rumbo. Felipe Calderón llegó en medio de una elección muy conflictiva. Su nivel de aprobación era bajísimo. A Calderón le explotó el problema de inseguridad. Su estrategia fue muy cuestionada, pero es imposible negar la magnitud real del problema.

El manejo de la economía también fue responsable, aunque la deuda creció. Calderón aportó el nuevo Sistema de Justicia Penal —que tampoco cosechó—, que ahora enseña su profundidad. Es piedra central de la esperanza en una mejoría en la aplicación de la justicia. Fue sensible a las demandas de las FFAA, aumentó sueldos y prestaciones y logró disminuir seriamente la deserción. La economía creció 2.6% en promedio, a pesar de la terrible caída de 6% en 2009. Instauró el IETU, el IDE y amplió considerablemente la base de contribuyentes. La creación de empleos no estuvo mal, dos millones 240 mil. Exsecretario de Energía, también impulsó una reforma energética que quedó mocha. Continuó con los programas asistenciales. Al final de su gestión logró —junto con el PRI— la Reforma de Derechos Humanos más importante en el último medio siglo. Hoy vemos sus alcances.

Calderón dejó una gran inconformidad en el sector educativo, lo entregó simbólicamente al SNTE, al nombrar al yerno de Elba Esther Gordillo como subsecretario de Educación Básica. Al final de su gestión envió una muy importante Reforma Laboral para flexibilizar la contratación. Peña Nieto retomó esa reforma, cuyos beneficios hoy vivimos todos los días, y lanzó su conocido paquete: energía, educación, telecomunicaciones, competencia económica, financiera, transparencia, etcétera. Los efectos de las mismas empiezan a llegar a los bolsillos. Los cambios en las pensiones de Pemex son cruciales. Su popularidad es hoy muy baja debido a asuntos que poco tienen que ver con las reformas. Habrá cosecha.

Cuando se firmó el TLC nadie imaginó la gran transformación que traería. Tampoco cuando el Banco de México cobró total autonomía. La flotación del peso con Zedillo fue incomprendida, como las Afores. Hoy la inflación es la más baja en 42 años, el país crece y genera empleos —no a los niveles deseados, pero crece. México es, por mucho, ya industrial. Lo que hoy se cosecha viene de lejos, desde los ochenta y tiene varios autores de diferentes bandos, aunque sea impopular decirlo. México —como país— ha sido mucho más congruente de lo que admitimos los mexicanos. Basta con otear al sur. El derrumbe de Brasil, la era Kirchner, la próxima reelección de Morales o los 17 años de Chavismo, entre otros. Qué lejos estamos.