La silla vacía
Si no fuera por las repeticiones de sus películas en la televisión, Pedro Infante y Cantinflas ya hubieran realmente muerto. Raúl Velasco fue una figura socialmente fundamental para nuestro entorno mientras tenía su programa en el canal 2.
25 de Noviembre de 2015
…luego se detiene, te besa y te abraza,
aunque sólo acaricia la silla vacía…
Chayito Valdez, La silla vacía
El otro día un amigo me contó que había conversado con Joaquín López-Dóriga(felicidades, Premio Ondas de la cadena SER de España, 2015) y le había preguntado el por qué del gesto de hacer girar la silla que ocupa en su programa, mal llamado noticiero, al finalizar cada noche. Me reprodujo la respuesta: es para no olvidar que la silla no es de mi propiedad.
Hace muchos años, cuando yo era más joven, Marshall McLuhan y Quentin Fioreconcibieron el libro llamado The Medium is the Massage sobre la complejidad de los caminos que los mensajes visuales y verbales toman para transformar nuestro pensamiento en los medios masivos de comunicación. Muy colateralmente, el libro se ocupa de la importancia que tiene el medio electrónico sobre sus protagonistas. No importa quién es el que aparece en el vidrio de la pantalla de televisión sino el sitio, la frecuencia e intensidad con la que lo hace.
Lo hemos visto en los medios masivos mexicanos. Si no fuera por las repeticiones de sus películas en la televisión, Pedro Infante y Cantinflas ya hubieran realmente muerto. Raúl Velasco fue una figura socialmente fundamental para nuestro entorno mientras tenía su programa en el canal 2; lo mismo Luis Manuel Pelayo y otros que conocieron la efímera fama pública. Durante cuatro decenios el referente de la televisión informativa fue Jacobo Zabludovsky; si a su salida de Televisa no hubiera encontrado efectivo refugio en su programa de radio que siguió hasta morir, su memoria hubiera perdurado menos. A nivel continental, la televisión en castellano hubiera sido inimaginable sin la presencia de Mario Kreutzberger. Dentro de un par de años pocos recordaremos a Don Francisco y sus gigantescos sábados.
Xavier López es tal vez el personaje de mayor permanencia en la televisión mexicana. Cada domingo por la mañana ha sido el ajonjolí de los moles infantiles de varias generaciones con su personaje de niño eterno, Chabelo. Hoy me entero de la posibilidad de que su programa también termine. No lo sé ni lo deseo, pero es una posibilidad muy real. Xavier es lo suficientemente maduro para entender, precisamente, que la silla no es de uno; es simplemente prestada. Los programas de televisión, como los amores y como todo en la vida, tienen un ciclo lógico de vida. Y para que una cosa viva es imprescindible que entienda la implícita posibilidad de su extinción.
No pasa nada. Lo único que permanecerá es el medio, el canal, por el cual han de circular nuevos protagonistas que se irán evaporando, como el puntito final de los viejos cinescopios, en el centro de las pantallas, lentamente.
La vida es así: las sillas no se quedan vacías. Alguien está esperando ocuparlas.
PILÓN.- Ayer, en la esquina de las calles Monterrey y Durango, dos jóvenes se plantaron frente a mi carrito con una manta color violeta diciéndome que yo decido el seis de diciembre en la consulta del llamado Corredor Cultural Chapultepec-Zona Rosa, pretendido atentado a la urbe que me interesa sobremanera. Llamé para solicitar información y me dijeron que solamente pueden ejercer ese privilegio, el de participar en la consulta, los que puedan acreditar que tienen su residencia en la delegación Cuauhtémoc. Yo no puedo acreditarla, aunque soy usuario cotidiano de esa vía. Por ello, solicito a algún residente que emita su voto en mi lugar, rechazando este proyecto que, obviamente, oculta un negocio que va a entorpecer aún más la circulación de la importante vía, que antes era del acueducto, y hoy es la única manera de llegar a la avenida Reforma viniendo del centro de la capital.