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La muerte y los impuestos

 

Hay solamente dos cosas que no puedes evitar: la muerte y los impuestos.

 

09 de Noviembre de 2018

                Sure my sins have pound me out.

                Spit on my grave but kiss my mouth.

                Daniel CaesarDeath and Taxes

Alfonso Gabriel Capone, nacido hace un siglo en Brooklyn, uno de los distritos de Nueva York, no pasó a la historia, como seguramente merecía, por haber sido el capo de capos de la mafia italiana en Estados Unidos. El implacable brazo armado del crimen organizado en el país del norte y administrador de los bares clandestinos en tiempos de la prohibición del alcohol pasó más de diez años de su última vida en la prisión de Alcatraz, enfrentito de San Francisco.

Al Capone no fue acusado ni condenado por crímenes violentos. Fue condenado por evasión de impuestos.

Su caso fomentó la frase popular en los Estados Unidos que afirma que hay solamente dos cosas que no puedes evitar: la muerte y los impuestos.

Yo, que conozco la práctica de evasión fiscal en mi país, sufrí un ataque de hilaridad, primero, por la afirmación ingenua del presidente electo, López Obrador, de que su régimen iba a confiar en la buena fe de los mexicanos, que vamos a declarar decentemente todo lo que ganamos y todo lo que debemos pagar al fisco. Por eso, los inspectores del SAT y todos los otros instrumentos de la SHCP tenían que desaparecer, como han de desaparecer, dice El Peje, todos los otros fiscalizadores de nuestra conducta; desde los que exigen que demos kilos de a kilo y litro de a litro.

Ayer, otra noticia me regresó al planeta tierra, y espero que esa información tenga el mismo efecto en Andrés Manuel: la autoridad hacendaria está investigando a cien mil mexicanos que, mediante triangulación de pagos en las que una empresa pagaba, la otra, evidentemente fantasma, recibía y facturaba y luego repartía la lana, a quienes no le entraban con su cuerno ni como personas físicas ni como personas inmorales, al erario.

No estamos hablando de las cifras de Al Capone: esos eran otros calibres.

Sin embargo, hasta donde llega mi información, y espero quedarme corto en el cálculo, estamos hablando de mexicanos que dejaron de ingresar a las arcas —que luego muchos políticos ordeñan, pero ese es otro asunto— de la Nación. Así, con letra grande. Se trata de trece mil millones de pesos fugitivos que no pagaron cien mil mexicanos; mayormente empresarios, porque ellos son los que tienen lana que ocultar.

Me dicen que los evasores varían. Algunos omitieron declarar, en un año, ingresos por un millón de pesos; los que los aprendices de reporteros llaman los peces gordos llegan a 120 millones de pesos.

Pago por ver.