Jueves, Noviembre 21, 2024
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Escritos Nocturnos

Agradecemos la contribución de Don José Carlos De Saracho

 

LOS MILLONARIOS DEL DORAL

                Yo te recomiendo que compres varios apartamentos aquí en Doral, los alquiles y tengas una renta fija para que puedas tener flujo de caja. ¿Pero y quien me vende los apartamentos?   Pues yo mismo o es que ¿no sabes que soy realtor o sea, agente de bienes raíces?

                Hasta ese momento, el comprador no había hablado ni preguntado de cuanto capital estaban hablando y lo asumí como una muy mala señal. Era evidente que estaba recién llegado de Venezuela, era evidente que aún estaba absolutamente perdido, desubicado y me atrevería a decir que absorto en la abundancia de una panadería llena de panes de todo tipo y de dulces, de tortas, jugos y refrescos.

                En la mesa de al lado estaban ellas, maduras y bonitas, con acento colombiano una y la otra creo que era cubana, hablando de implantes y cirugías, de lo barato de los presupuestos y de la rapidez y profesionalismo de los médicos, pero nunca hablaron realmente de dinero y nuevamente asumí que era una mala señal.

                Un par de mesas más allá se escuchaba la conversación vía telefónica de un alterado comensal venezolano, que reclamaba airadamente y como si estuviera solo, aquella factura que no le había mandado su interlocutor, para poder, infiero, justificar algunos gastos en dólares provenientes del país que no tiene dólares.

                El editor, quien es la persona que me alerta acerca de los ingentes negocios que en nuestro rededor se estaban fraguando, me informa que poco más allá estaban comprando un par de camiones de carga, junto a unos tractores para la construcción de no sé cuál urbanización en la ciudad, mientras en paralelo conversaban sobre un proyecto de cine y se barajaban fortunas en la producción y en el pago de talentos, escritores, luminitos, camarógrafos y coreógrafos.  Creo que esta común práctica en todas las cafeterías y restaurantes de la ciudad posee algo de ansiolítico de amplio espectro, por cuanto las personas se divierten comprando y vendiendo en un inmenso juego de monopolio, de hecho, la actriz francesa Jeanne Misttinguette llegó a escribir lo siguiente: “El dinero no da la felicidad, pero aplaca los nervios”, pero debo confesar que yo me voy más hacia el pensamiento del escritor español José Pla: “El dinero no da la felicidad, ciertamente; pero tampoco es un obstáculo”. El problema está en cuando no hay dinero y las personas se desgastan en un insulso ejercicio de compra y venta de pasivos y hasta activos inexistentes y se encuentran de frente contra este sistema al que considero infalible y por ello debo citar a Robert Ringer en su libro “Sea el número uno” en su interesantísimo capítulo titulado “El obstáculo del dinero”

                Si Usted llega a estas tierras con una fortuna,  y no la reproduce sino que por el contrario comienza a gastar desmesuradamente, a vivir como si siempre hubiese estado aquí, a no entender que aquí nada es gratis, todo se cobra y eso incluye las ambulancias cuando le dé el infarto, por haber caído en la quiebra económica total, si realmente entiende eso, comenzará a surgir con la humildad que nos impone el sistema por la fuerza a todos por igual y este comentario incluye al Presidente Barack Obama.

                Ningún trabajo por humilde que sea le resta en este país de inmigrantes. Los títulos académicos y nobiliarios traídos de otras tierras,  los puede desechar inmediatamente porque aquí no podrán ser usados, solo su voluntad de exponenciar sus talentos, de reinventarse y de entender a esta sociedad que ya estaba aquí cuando Usted llegó buscando libertad, le podrán salvar de la banca rota, de manera amigo millonario de Doral, guarde silencio y piense que debe pagar los taxes de las propiedades que le vendió el realtor del primer párrafo, debe pagar el seguro de los camiones del siguiente párrafo, debe conseguir el dinero para pagar unas ampulosas tetas nuevas y al maracucho gritón de CADIVI, debo informarle que no podrá vivir aquí con dólares producidos allá. ¡Es una lástima! Pero existe otro obstáculo el de la  ¡REALIDAD!

                Yo no niego mi apetencia por el dinero, me gusta mucho, tengo una cariñosa relación con él, pero confieso que en mi vida es tan solo un fin para obtener mis objetivos y tener mayor libertad, con paciencia paseo por el camino hacia el éxito económico, observo en silencio contemplativo las flores y las piedras, el azul del cielo y también las tormentas que se me han presentado en el logro de los precitados objetivos y trato de no desgastarme, de no perder energías en la búsqueda del dinero que merme mi salud, para luego como decía el Dalai Lama, gastarlo para recuperar la misma salud perdida.

                En el TD Bank que queda por allí bajando por la Avenida 107, en el estacionamiento se me acercó una compatriota amable, que me preguntó sobre la situación política del país, como si yo tuviese una bola mágica y luego de argüir algunas teorías fantabulosas bajo el implacable sol, le recomendé que nos despidiéramos y ella no pudo aguantar decirme lo siguiente: “yo nunca pensé que Usted manejara un carro como ese” refiriéndose a mi económico vehículo y yo tan solo repregunté: ¿y cuál es el carro que debo manejar de acuerdo a su criterio?

                Un carro es un instrumento que debe ser desechable y que debe servir para hacernos más grata y fácil la vida, es una suerte de bolígrafo plástico que no nos debe importar perder porque podemos comprar cien más en la siguiente farmacia, pero si yo manejara el Ferrari que quiere mi hijo, el Mercedez que quiere la señora que yo maneje o el vehículo que desea el resto de la humanidad, pasarían dos cosas: en primer lugar dejaría de ser feliz tratando sin éxito de complacer a los demás y en segundo lugar tendría que enfrentar el prenombrado obstáculo de la realidad, porque no tengo tanto dinero.

                Por los momentos nos divertimos escuchando las conversaciones de negocios de las personas que nos rodean, a sabiendas que la gran mayoría son mentiras que calman los nervios de los incautos recién llegados y seguramente alimentan las esperanzas de los también incautos maleantes embaucadores.