Entre altares, ofrendas y visitas a panteones se impone la tarea de abonar al rescate de la obra del creador de La Catrina
Miguel Romo Medina *
“La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.
-José Guadalupe Posada-
Estamos a pocos días de celebrar una de las manifestaciones más populares, emblemáticas y representativas de nuestro país: el Día de muertos, espacio en el que a través de diversas acciones, entre las que destacan visitas a los panteones, altares con ofrendas y calaveras literarias, recordamos y honramos la memoria de nuestros seres queridos.
En estos festejos, que dicho sea de paso han sido declarados como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, la anfitriona por excelencia es La Catrina, imagen que nos distingue a nivel mundial y que fue creada por el talentoso grabador, caricaturista e ilustrador nacido en el estado de Aguascalientes, José Guadalupe Posada.
En estas fechas, uno de los festejos más importantes que hay en México es el Festival de las Calaveras, mismo que se lleva a cabo en la ciudad de Aguascalientes, y que en este año tendrá su edición XXI del 30 de octubre al 8 de noviembre del año en curso, el cual no deben dejar de visitar.
Sobre el particular, he de reconocer que su valor radica en la grandeza y nobleza de su objetivo: preservar y destacar las tradiciones de culto a los muertos, así como brindar un merecido homenaje a José Guadalupe Posada, hidrocálido de extraordinarias virtudes.
Hablar de José Guadalupe Posada es referirnos a parte esencial de nuestra cultura, basta mencionar su obra más emblemática: La Catrina, personaje que constituye una paradoja, en la que converge armónicamente la imagen lúgubre de la muerte con el ingenio para caricaturizarla, binomio indisoluble que nos distingue en el mundo.
José Guadalupe Posada demostró en todo momento un talento natural e inherente a su persona, situación que lo posiciona como un verdadero referente en la elaboración y creación de caricaturas, en las que plasmó situaciones complejas de una forma muy peculiar, y fue este talento inigualable el que le permitió incursionar con éxito en el mundo del periodismo y de la prensa gráfica como dibujante.
Posada fue también un hombre extraordinariamente talentoso y disciplinado, así lo demuestran sus grandes creaciones, entre las que destacan: las “calaveras” o imágenes de ultratumba; los “desastres”, que comprenden catástrofes naturales, accidentes, hechos sobrenaturales, crímenes y suicidios; y los “ejemplos” o lecciones morales, extraídos de la perversidad y bestialidad humanas.
Lo anterior deja de manifiesto el espíritu de su magna obra La Catrina, la cual caricaturiza y se burla de la muerte.
En relación con esta última, cabe mencionar que el nombre original de este grabado fue el de “Calavera Garbancera”, expresión que se utilizaba para referirse a las personas que vendían garbanza y que a pesar de tener sangre indígena pretendían ser europeas, renegando de su propia raza, herencia y cultura.
Quienes hemos tenido la fortuna de deleitarnos con su legado, estamos convencidos de que es justo que sea considerado como un precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas, y en ese sentido es tarea de todos los mexicanos abonar para el rescate no sólo de su obra, sino de toda la magia y tradición que se hace presente en México en estas fechas.