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Juegos de poder

 

¿Y dónde está el dueño?

Juegos de poder

LEO ZUCKERMANN

¿Y dónde está el dueño?

La extracción de combustibles es imposible sin la información de empleados de Pemex que saben por dónde pasan los ductos, a qué hora se puede perforar un tubo y cuándo se envía el flujo de gasolinas por esas tuberías.

 

15 de Mayo de 2017

No sé usted, pero si yo fuera el dueño de Pemex, lo primero que haría sería despedir a los empleados involucrados en el robo de combustibles, un atraco que se calcula en veinte mil millones de pesos al año, según el secretario de Hacienda. ¿Por qué los administradores de la petrolera mexicana no lo han hecho? ¿Acaso no los han encontrado? Difícil de creerlo. Aquí el problema de fondo es que la administración de Pemex toma sus decisiones con base en criterios políticos y no económicos.

Supuestamente, el dueño de Pemex somos todos los mexicanos. Sí, como no. Si así fuese, yo, como usted, tendríamos una acción de la empresa a nuestro nombre que nos generaría un dividendo anual sobre las utilidades. O la acción tendría un precio de mercado que fluctuaría de acuerdo al flujo de efectivo traído a valor presente neto. Pero no, los dueños de Pemex no somos los ciudadanos: son una gran cantidad de grupos que ordeñan los ingresos de la empresa comenzando por el gobierno mexicano.

Me van a decir que nuestras autoridades son las que nos representan como propietarios de la empresa. Pero precisamente ahí está el problema: los intereses del gobierno no necesariamente están alineados con los de la ciudadanía. En economía, este tema se conoce como el problema del agente-principal. Los agentes son los que toman decisiones (la administración de una empresa) a nombre de los principales (los accionistas). Supuestamente, la gerencia tiene la misión de generar valor para los dueños. Pero no necesariamente ocurre así. Para empezar, el agente suele tener mayor información que el principal, lo cual significa una relación asimétrica. Pero, además, el agente puede tener intereses diferentes al del principal. Al director de una empresa, por ejemplo, le puede encantar viajar en avión privado, aunque esto incremente los costos, generando menos utilidades.

Regresemos a Pemex. El principal, supuestamente, somos los mexicanos y el agente son los directivos de la empresa. ¿Tienen incentivos éstos para maximizar el valor de los múltiples negocios en que están metidos? La respuesta es no. A los gobiernos de México, priistas o panistas, lo único que les ha importado es extraerle todos los recursos posibles a Pemex. Desde hace lustros, la tratan como si fuera una vaca lechera: le ordeñan todo el dinero posible porque, desde el punto de vista político, es más fácil esto que cobrar impuestos a la ciudadanía.

El petróleo, por más mal que se administre, es un gran negocio. Los márgenes de rentabilidad son altísimos. La ubre petrolera es, en este sentido, enorme. Los que más se han beneficiado son los gobiernos. Pero muchos más se han unido a la succión. Líderes sindicales involucrados en jugosos negocios dentro de la empresa. Empleados que tienen las mejores prestaciones laborales del país. Contratistas privados que, en colusión con empleados corruptos de la empresa, incrementan los costos de insumos y obras.

A la succión de la teta petrolera se ha unido, ahora, el crimen organizado que se dedica literalmente a ordeñar los ductos para robar combustible. Esta operación es imposible sin la información de empleados de Pemex que saben por dónde pasan los ductos, a qué hora se puede perforar un tubo para que no explote y cuándo se envía el flujo de gasolinas por esas tuberías.

Quizá los 20 mil millones de pesos por la criminal ordeña de ductos no sean nada para una empresa que vendió el año pasado 1.08 billones de pesos: representan menos del 2% de los ingresos anuales. Quizá Pemex los pueda considerar como “mermas”. Pero el problema es la suma de todos los que están pegados a la teta de Pemex, comenzando por el gobierno federal. Entre extracciones por aquí y por allá, la petrolera mexicana tuvo el año pasado una pérdida, después de impuestos y derechos, de 296 mil millones de pesos. Más que ser una empresa que genere utilidades a sus accionistas, Pemex es una vaca en cuya ubre están conectados diversos grupos que la chupan y chupan hasta dejarla exhausta. Agréguese, ahora, a los llamados huachicoleros.

Y la administración de la empresa, en lugar de encontrar a los empleados que están coludidos en este robo, se hace de la vista gorda. ¿Por qué? Seguramente porque son personas influyentes: amigos de poderosos funcionarios públicos y/o miembros del sindicato que, por cierto, pertenecen al partido que hoy gobierna México (el PRI). Y como la política es más importante para los administradores de Pemex, pues los  empleados involucrados en un crimen son intocables.

                Twitter: @leozuckermann