La novia vendida
29 de Diciembre de 2016
Todo el asunto comenzó como una triquiñuela más de políticos mexicanos tramposos; no hay de otros.
Los dueños de una franquicia política llamada Partido Socialdemócrata en Cuernavaca contrataron –afirman ellos– a Cuauhtémoc Blanco, un futbolista ya de salida que conoció mejores tiempos en las canchas mexicanas y del mundo, para que se postulara por el PSD a la alcaldía de Cuernavaca. Se trataba de aprovechar la popularidad del Cuau entre el populacho para lograr una votación que, aunque no le diera el triunfo como edil, garantizara a los dueños del partido con su número elevado las prebendas económicas que la tramposa y mal hecha legislación electoral regala a todos los vivillos.
Los pillos de un lado, encabezados por Roberto Carlos Yáñez, afirman haber entregado siete millones de pesos al futbolista, dinero que dicen fue aportado por empresarios de Cuernavaca. Blanco asevera que la firma que aparece en los papeles divulgados no es la suya, y que nunca hubo un contrato del jaez que los Yáñez afirman. Pero eso, en realidad, importa poco. El tal Roberto Carlos fue nombrado, al inicio del ejercicio del futbolista metido a político, secretario de Gobierno del ayuntamiento, posición desde la que pretendió manejar a Cuauhtémoc, asumiéndolo su empleado según el mencionado contrato que el futbolista no reconoce. Pero a los pillines les salió la criada respondona y el señor Yáñez causó baja en la administración blanquista.
Todo este sainete se armó y puso en práctica con la benevolencia y el entusiasmo de otro experimentado político, el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, que creo que es del PRD, y de su hijastro Rodrigo Gayosso Cepeda, quien casualmente es presidente del PRD en el estado de Morelos y casualmente quiere suceder en el puesto a Graco, quien a su vez abriga esperanzas de ser candidato a la Presidencia de la República: de otra manera ¿qué carajos tienen qué hacer anuncios espectaculares con la foto del gobernador en las calles de Monterrey o la Ciudad de México?
El asunto es que, como decía mi abuela, se les volteó el chirrión por el palito –frase que nunca entendí cabalmente, pero cuya esencia comprendo–. La popularidad del futbolista, combinada con el abandono al que ha sido sometida la ciudad de Cuernabache por sucesivos gobiernos corruptos y el hastío creciente de todos los mexicanos hacia los políticos de cualquier signo, ha provocado que la popularidad de Cuau supere a la dudosa de Rodrigo Gayosso Cepeda, convirtiendo al otrora ídolo del futbol en un obstáculo para la carrera del hijastro hacia la gubernatura.
Usando de amanuense a un abogado de apellido Carrancá y Rivas, la familia del gobierno de Morelos trató de defenestrar a Cuautémoc con la complicidad del Congreso estatal, topándose con el Poder Judicial. En eso están y en eso seguirán. Lo que comenzó como una alianza de intereses corruptos se ha convertido en una vendetta de corte siciliano en la que Graco y Gayosso no van a cejar. Cuauhtémoc Blanco, cuyas luces intelectuales son escasas y habilidades políticas inexistentes, está –como en sus tiempos de futbolista– en manos de un manejador que torpemente puede enfrentar a políticos de largo recorrido como Graco. Y si esta pugna es simplemente una manfiestación de la podredumbre en que se mueve la política mexicana, lo más probable es que los opositores a Cuauhtémoc encuentren algún lado flaco –que tiene varios– en el cual clavarle el rejón de muerte.
Política, claro. O eso espero.
¿Y Cuernavaca?
Mal, gracias por preguntar. A ninguno de los involucrados en este numerito les interesa la polución, el congestionamiento, los servicios de limpia y saneamiento, el problema del agua y el de vialidades o el incremento en la criminalidad por estar ubicada estratégicamente en el cruce de los caminos de la droga y la violencia. Novia de pueblo, entregada y olvidada. Una novia vendida, pues.