2018: los indecisos
28 de Octubre de 2016
Digamos que 90 millones de mexicanos tendrán posibilidad de votar en las elecciones de 2018.
Y digamos que se repite la tasa de participación que los votantes tuvieron en las de 2012 (63.08%).
Eso daría unos 56 millones de sufragios depositados en las urnas.
En años recientes, los principales partidos políticos han dado muestra de tener un voto duro, casi imposible de arrebatar.
El del PRI es de unos 10 millones de votos. Es su piso. Fue la cifra que obtuvo, por ejemplo, en la elección presidencial de 2006. Había que ser un priista de corazón para votar por Roberto Madrazo.
Si sumamos los de sus potenciales aliados, el Partido Verde y Nueva Alianza, ese voto podría alcanzar los 14 millones.
El voto duro del PAN es de unos ocho millones de votos. Ése ha sido su promedio en los últimos cuatro comicios federales intermedios.
El de la izquierda es similar al del PRI, alrededor de 10 millones de votos. Eso fue lo que obtuvo en las intermedias de 2015 el conjunto de los partidos de esa corriente ideológica (PRD, Morena, Movimiento Ciudadano y PT).
Tenemos, pues, un conjunto de voto duro de 32 millones. Los candidatos a la Presidencia en 2018 pueden contar con que tendrán esos sufragios, casi sin duda. Y sus opositores, lógico, los suyos.
Son votos que no participarán de la lucha por convencer al electorado. Esos votantes ya están convencidos. O, aunque no lo estén, de todos modos votarán por el partido por el que siempre votan, por necesidad o conveniencia.
Ese conjunto representa 57% de los 56 millones de votos que se depositarán en las urnas.
La lucha, pues, se concentrará en los 24 millones de electores restantes, es decir, en 43% de quienes irán a votar el domingo 3 de junio de 2018.
Hay muchas evidencias de la existencia en este país de votantes cuyas afinidades ideológicas o partidarias no están escritas en piedra.
En una elección pueden optar por el candidato de una fuerza política y en la siguiente, hacerlo por el aspirante del partido de enfrente.
La forma más esquemática de ver la variación de las preferencias en ese grupo del electorado es la alternancia: dos cambios de partido en la Presidencia de la República entre 2000 y 2012, y 17 en las últimas 29 elecciones para gobernador.
Las razones de los llamados indecisos para mudar de preferencia pueden ser varias, pero una de las principales debe ser su falta de confianza en los partidos y su ánimo de usar el instrumento que tienen a la mano para castigarlos: el sufragio.
Otra razón es la práctica del voto útil, esto es, abandonar la primera preferencia para sufragar, a la mera hora, por otra, ya sea para contribuir al triunfo de un candidato o propiciar la derrota de otro.
Sin embargo, si uno va más allá de la superficie en la que habita la alternancia, el votante indeciso genera fenómenos más interesantes, como el voto cruzado. Es decir, la acción de marcar el símbolo de un partido en una boleta y otro en otra, cuando hay elecciones concurrentes.
Uno de los estados donde ha ocurrido eso con mayor visibilidad en lustros recientes es Sonora.
Vea lo que pasó en los comicios federales de 2012: en la elección presidencial, el PAN obtuvo 342 mil votos, contra 347 mil del PRI y 176 mil del PRD, mientras que en la de diputados federales por mayoría, el PAN sacó 410 mil, el PRI 398 mil y el PRD 87 mil. Es decir, el PAN y el PRI perdieron votos entre la segunda y la primera boletas (68 mil y 51 mil, respectivamente) –incluso, perdieron votos el Verde (9 mil) y Nueva Alianza (28 mil)– mientras que el PRD los ganó (89 mil).
Una posible explicación es que una parte del 16% de votantes que optó por el PAN para diputados y del 13% de quienes lo hicieron por el PRI en la misma boleta sufragaron por Andrés Manuel López Obrador para Presidente cruzando el símbolo del PRD. Y es muy posible porque el PT y MC también ganaron votos del mismo modo.
¿Por qué pasó eso? Se trata de uno de los muchos secretos del voto indeciso que tendrán que desentrañar los partidos y candidatos que peleen la Presidencia en 2018. Sin conquistar a la mayoría de los indecisos, nadie gana.