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El Seguro Social de México

 

Casi nunca pienso en el Seguro Social. Como trabajador, nunca he sido su asegurado. Como abogado, nunca lo he defendido y nunca lo he atacado. Pero, desde luego, he sabido de sus méritos, de sus fracasos y de sus enemigos.

 

28 de Octubre de 2016

Esta semana tuve la oportunidad de asistir al evento donde se presentó el informe anual de la institución. Eso despertó mi curiosidad y hasta mi admiración.

Para comenzar, escuché un informe que bien ha aprovechado la tecnología asociada a la inteligencia. Aquella la llaman digital. Ésta la llaman mental. Dicen que las dos pueden servirnos. Mikel Arriola informó los logros, reportando datos numéricos pero, sobre todo, apuntando el sentido esencial de la institución que comanda. No utilizó ninguna terminología ideológica sino que informó de datos explícitos. Resultados y nada más.

Pero, con la mayor prudencia institucional, apuntó los propósitos esenciales por los que fue creado el IMSS. Se refirió a la salud, a la protección, al trato y al sentido republicano de servir y no de ser servido. Son importantes no sólo en su magnitud absoluta sino, también, en la relativa, tanto en lo financiero como en lo médico y en lo que concierne a la relación con el asegurado.

No siempre supe lo que era el IMSS. Cuando era muy niño mi padre era uno de sus directivos y creí, infantilmente, que se trataba de un hospital. Años más tarde comprendí que era una aseguradora. Una institución financiera que tenía que afrontar riesgos médicos y de otra índole. Pero, en ese México, no había hospitales suficientes para atender a sus asegurados.

Por eso, hubo que construirlos. En los años 50 se erigió el Hospital de La Raza, un portento para un país tan modesto. Cuenta con mil camas y sigue siendo insuperable. Más tarde, el Centro Médico Nacional, construido dos veces por culpa del terremoto capitalino.

Hoy, el IMSS se moderniza. Ha salvado sus finanzas, otrora sufridas por un latrocinio de Estado. Con esto me refiero a que no se los robó un funcionario sino el propio Estado mexicano. Ha mejorado su atención a los asegurados en lo médico, en lo pensional y en lo gestional. Y, sobre todo, ha entendido que existe para alguien y por alguien. Para y por los asegurados.

Por su parte, Carlos Aceves del Olmo pronunció, en nombre de los trabajadores mexicanos, un discurso que me pareció de alta política. De manera muy coloquial se refirió a experiencias infantiles personales en las clínicas de la institución. Pero, de allí paso a un beneplácito de todas las organizaciones laborales en cuanto a la gestión de Arriola. Pero, sobre todo, tuvo un sentido político importante, que es lo que puede aportarnos un discurso político. Que cree en el IMSS y que él y sus millones de asegurados están con el gobierno.

Dijo, en palabras más o menos, que el IMSS es un hacedor de milagros. Que México sería otro sin el IMSS. Que imagináramos un  día despertar y ya no contáramos con el IMSS. Es cierto. 74 millones de derechohabientes, 454 mil partos anuales, 205 mil niños en guarderías, 490 mil consultas diarias, dos mil 500 trasplantes anuales y ahorro del 72% de las reservas financieras.

Todos reconocieron que habría fallas que hay que corregir, pero que el camino es bueno. Recordé a aquellos menguados que decían que tenía que ser privatizado. Lo hubieran dicho en 1943, cuando fue fundado y erigido.

Fue una grata ocasión asistir al evento. Escuché buenas noticias. Todas ellas me parecieron reconfortantes. En ello aprecié una fortaleza institucional. Vi que las validaron los sectores patronal y laboral. En ello sentí una comprobación mayor que el de una simple contraloría. Y, además, escuché buenos discursos. Me gusta mucho la oratoria, pero muchos días me siento en la sequía. Esa mañana me colmé y me degusté. Lo agradezco a mis amigos Arriola y Aceves.

Por eso he querido compartirlo. En los tiempos difíciles requerimos estos bálsamos de eficiencia y de esperanza pero, sobre todo, de orgullo. El IMSS es la institución de seguridad social más grande de América Latina y una de las más grandes del mundo no comunista. No imagino ningún país europeo con 74 millones de asegurados sociales.

Me acudieron dos recuerdos con lo que escuché. Uno es familiar. Mi padre sabía de política. Ya había dirigido al Congreso de la Unión. Pero decía, muy convencido, que el IMSS era el mejor logro de la Revolución Mexicana. En este informe me lo comprobaron.

La otra me la contó Manuel Gutiérrez de Velasco, ilustre ministro, que en su juventud de 1943 le pidió trabajo a Ignacio García Téllez, fundador y director del recién nacido IMSS, en una modesta oficina de segundo piso, frente a Excélsior. Éste le dijo que se incorpora de meritorio porque sólo contaba con diez plazas y luego lo incorporaría nominalmente porque “a partir de enero, esto va a crecer”.

 ¡Y vaya que creció!, para fortuna de México.