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La candidatura del PRI: ¿quién levanta la mano?

 

 

La candidatura del PRI: ¿quién levanta la mano?

Nadando entre tiburones

VÍCTOR BELTRI

14 de Marzo de 2016

Ni como Ruiz Cortines ni como López Mateos: Enrique Peña Nieto designará, a su manera,

a quien habrá de ser el candidato del PRI a la Presidencia. Lo hará con el pragmatismo con el que se han regido sus decisiones anteriores: el candidato será, simple y sencillamente, quien tenga más oportunidades de que el partido conserve el poder.

El presidente Peña es un hombre de partido, el primero que ha estado al frente del Ejecutivo en más de dos décadas. Sus prioridades van más allá de la intriga entre sus cercanos, o de lavarse las manos ante los resultados de la campaña: el Presidente quiere ganar la elección para su partido.

Así lo expresó en la entrevista que, hace unos días, concedió al director de este diario, Pascal Beltrán del Río: “Por supuesto que no por ello dejo de tener un orgullo de mi militancia priista, y siempre yo digo que para un gobernante se deseará que quien asuma la estafeta pues venga de su partido político, pero esta no es definición del Presidente”.

La carrera por la candidatura ya comenzó, y la selección se hará entre los actores que ya conocemos: “Lo que no imagino es algún partido político sacando a un candidato de la chistera y no conocido para entonces. Creo que hay, en todos los partidos políticos hoy estamos observando a distintos actores”. Actores a los que advierte lo que se espera de ellos si es que quieren ser tomados en consideración: “Hoy, más bien, creo que es el desempeño de cada quien en su responsabilidad lo que, a final de cuentas, da espacio de oportunidad o no de estar en la consideración de los partidos políticos para convertirse en sus abanderados”.

Y define, incluso, cuáles serán los parámetros bajo los que será evaluada cada posible candidatura, tras la pregunta sobre si, actualmente, quien se mueve no sale en la foto: “Hoy no es así. Hoy es justamente todo lo contrario para bien de México y para bien de nuestra democracia. Y en la oportunidad que tenga la ciudadanía de poder elegir, de poder contrastar opiniones, trayectorias personales, profesionales, de historias personales, y perfil para, eventualmente, desempeñar distintas responsabilidades”.

La carrera ha iniciado y las reglas del juego están claras, en la matriz que terminará por definir la candidatura. Quien pretenda contar con el apoyo presidencial deberá gozar de una opinión pública favorable, o al menos no negativa; deberá tener una trayectoria personal a toda prueba —sin esqueletos en el clóset como el que terminó costando Colima al PAN—, tener una trayectoria profesional sólida y suficiente, y una historia personal que inspire confianza no sólo al electorado sino también, y sobre todo, a los grupos de poder en el partido. No sólo eso: también es necesario tener el perfil adecuado. El carisma, la empatía, el mensaje correcto en el momento preciso: en pocas palabras, ser presidenciable.

Hoy, ninguno de quienes podrían ser considerados cumple con todas las características: quien cuenta con algunas adolece de otras, independientemente de que, como también anotó el Presidente, todavía faltan 20 meses. Cualquier cosa puede pasar, y las circunstancias —o una campaña bien dirigida— podrían poner en el candelero a quienes sepan seguir las instrucciones y enfocar sus esfuerzos en algo más que actos lucidores en televisión y entrevistas de banqueta.

El Presidente quiere ganar y ha dejado más que claro lo que espera de quien pretenda sucederlo y lo institucional que será la selección: “Y yo espero que mi partido presente en la siguiente competencia a un candidato altamente competitivo y que logre ganar la preferencia de la mayoría. Pero eso es un tema que está no en la decisión del Presidente, te repito, sino del electorado”.

¿Quién levanta la mano?