VUELO DE APERTURA.- Umberto Eco, doctorado en Filosofía, ensayista, escritor, y tratadista murió el viernes 19. Cuando inicié estos “Vuelos” recordando al excepcional semiólogo a quien admiro desde hace varios decenios, tuve una ligera duda pues quizá no era personaje de mucho interés general, pero cuando advertí que en los periódicos lo ubicaban básicamente como novelista, me venció la admiración que merece este doctor honoris causa por 38 universidades de todo el mundo, poseedor de numerosos galardones y condecoraciones; premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, miembro de la Legión de Honor francesa y, ante todo uno de los padres más destacados de la Semiótica moderna.
Decidí entonces que debía comentar su extraordinaria capacidad intelectual, como puede verse en todos y cada uno de sus ensayos, comentarios, cartas, magníficas novelas y, en mayor término, sus tratados sobre Semiología.
VUELO DE RECONOCIMIENTO.- El ensayo “Apocalípticos e integrados” que da nombre al primer libro que leí de Eco, es realmente una guía para posicionarse frente a la vida y en unas pocas frases brillantes nos pone en la disyuntiva de ser críticos y analíticos y ser capaces de cuestionar las “verdades” televisivas o convertirnos en miembros de la manada sucumbiendo como borregos ante los sofismas publicitarios o el tañer de los cencerros. Precisamente en este volumen Eco publicó un optimista ensayo acerca de la música electrónica. Y, bueno, hablando de literatura, me fascinó “El nombre de la rosa” su novela-crítica del descontrolante Medioevo, la cual, puesta en pantalla me decepcionó a pesar del magnífico papel de Connery como Guillermo de Baskerville. Sigo siendo un apasionado de sus novelas: “El triángulo de Foucault”, “Baudolino”, “La Isla del día anterior” “El cementerio de Praga” y de sus ensayos y libros, especialmente El superhombre de masas, una mordaz crítica al “american way of life” y su arte kitsch; el libro epistolar “En qué cree los que no creen” y la comprensión total de la belleza en “Arte y belleza en la estética medieval”.
VUELO PERSONAL.- De hecho Eco era para mí desconocido hasta que, cuando tenía unos cincuentaidós años bien cumpliditos, decidí estudiar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Occidente. Ahí, entre nombres de autores en una carta descriptiva ¡descubrí a Umberto Eco! En realidad había que estudiar alguno de sus trabajos contenidos en su libro “Apocalípticos e Integrados”. Desde entonces, este modestísimo escribidor tiene siempre debajo de su almohada, algún libro de este gran maestro. Sus obras (las que no he prestado o se han llevado) ocupa un lugar preponderante en mi humilde “biblioteca”. Todos mis hijos son sus “fans”, especialmente mi hijo mayor y mi hija menor quienes también son comunicólogos. Cuando La UdeO Campus Guamúchil me concedió el honor de impartir “Semiótica y Semiología” ya había leído y estudiado su tratado de “Semiótica general y “La Estructura Ausente”, lo cual me permitió abordar la asignatura con la sencillez, que imagino tendría Eco frente a sus alumnos. ¿Descanse en paz? No creo. Allá seguirá escribendo, investigando, creando...