La corrupción es un cáncer: un cáncer que carcome la fe de los ciudadanos en la democracia, disminuye el instinto de innovación y creatividad; presupuestos nacionales ya ajustados, desplazando importantes inversiones nacionales. Desperdicia el talento de generaciones enteras. Ahuyenta inversiones y empleos.
La corrupción es un mal que ataca a todos los países del mundo, un mal contra el que Biden está dispuesto a luchar hasta su último aliento.