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Aquella semana santa de 1964 presente la tengo yo, unos compañeros en la preparatoria me invitaron a pasar la semana santa en Las Ánimas, que indebidamente le llaman ahora Maviri, y la onda era que por entonces acampar una semana en la soledad,  era cosa de gente audaz, y  entonces no había temor a un secuestro o a tener que pelear con gente armada con rifles AK-47, si acaso eran agarres a puñetazo limpio, pero sólo en casos muy extremos. 

Eso sí, había que contar con el permiso de nuestros padres, si no, nones. 

Fui con mi padre y le pedí permiso, y después de mil consejos,  aceptó darme permiso y dinero para comprar los víveres y afrontar los gastos de esa excursión. Pero, el dinero me lo daría dos días después. Plan con maña.

 

Como sabía que mi tío Arturo Padilla todas las semanas santas acostumbraba ir a Mazatlán, pues su esposa es de allá, le pidió que   nos llevara con ellos a mi hermana y a mí, ya que  él llevaba a sus hijos  mayores.

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Mi padre no quiso exponerme a algún accidente yendome a Las Ánimas, ya que por entonces en una cacería murió un joven accidentalmente; alguien le metió un balazo; el joven era hijo de Alfonso G. Calderón.

Mi padre no era miedoso, era precavido.

 Así fue y disfrutamos de aquellos días de asueto en aquel festivo  Mazatlán que gobernaba Antonio Toledo Corro, compadre del gobernador Leopoldo Sánchez Célis y muy amigo del presidente de la república Adolfo López Mateos.

 

Y todo iba muy  bien, los chamacos eramos consentidos por doña Adela, madre de mi tía Lupita Moreno esposa de mi tío Arturo; recuerdo que doña Adela se disculpó conmigo porque me dio como desayuno marlín con tomate, cebolla y chile, y tortillas recién hechas; y es que el marlín lo tiraban los que llevaban turismo a pescar en yatecitos. Entonces los pobres iban a recoger los animalitos y eran su alimento, por lo que la señora se avergonzaba de no darnos huachinango o pargo, mojarra, sierra, u otra especie; caguama por ejemplo.

Entonces el “botete” nadie lo comía, salvo don Alberto Yusso, japonés radicado en Los Mochis, que se iba al muelle de Topolobampo a esperar que la gente sacara los botetes que devolvería al mar y don Alberto les pedía que mejor se lo dieran a él y la gente se burlaba del japonecito y se los daba; y por dentro don Alberto se reía de los mexicanos tarugos.Hoy el botete nadie lo tira al mar y en los restaurantes lo venden caro.

 

El caso es que el viernes santo, apenas unas horas después de que llegamos del centro para acostarnos, llegaron las chamacas nietas de doña Adela llorando y gritando al domicilio donde pernoctábamos, por la Zaragoza, cerca de la cancha Germán Evers, muy cerquita de la salida sur de Mazatlán; las chicas lloraban porque andaba un “carro de sonido”  anunciando que había que salir de Mazatlán porque antes de que  amaneciera llegaría un maremoto que inundaría al puerto y  mataría a la gente  que no se pusiera en protección.

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Total que salimos  a la carrera y corrimos  hacia la salida sur por donde ya iba mucha gente a pie y en  carros, tratando de salir del puerto. Yo, tontamente, cargué con mi  veliz y anduve batallando con  él, pero al fin nos trepamos a una pick up quien sabe de quién y asustados y todo fuimos a dar a Villa Unión.

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Horas después, un “carro de sonido” del circo Atayde Hermanos que estaba en Mazatlán, llegó para avisar a la gente: “el peligro ya pasó, ya pueden regresar a sus hogares”.

Y así fue, regresamos, para que doña Adela nos regañara porque por culpa de los jóvenes descarriados que éramos, Dios Nuestro Señor nos mandaba castigos así. De manera que teníamos que ir a la iglesia a dar gracias por  que nos había perdonado una vez más nuestros pecados.

 

Yo que había leído una enciclopedia Salvat en donde se hablaba de un maremoto  y ejemplificado con dibujos  a todo color, era el más asustado de todos los chamacos que estábamos en casa de los Moreno.

MAREMOTO

Nombre masculino

1.    1.

Movimiento sísmico cuyo epicentro se localiza en el fondo del mar produciendo una agitación violenta de las aguas.

"los maremotos pueden propagarse hasta las costas dando lugar a inundaciones"

2.    2.

CHILE

Marejada (estado del mar).

"durante el maremoto de agosto, las olas derribaron las casitas de madera que estaban frente a la playa"

 

Hoy se les conoce como tsunami, palabra japonesa, que denota que una o varias olas arrasan con un puerto o bahía.                                                                    

 

“El 27 de marzo de 1964, un sismo en Alaska provocó un desplazamiento vertical del fondo marino de 11.3 metros, provocando un tsunami. Ese Viernes Santo, el tsunami generado por el sismo se registró en la mayoría de las estaciones museográficas de la costa mexicana del Pacífico 

Ensenada fue la única estación mexicana donde la altura de la ola inicial del tsunami alcanzó más de un metro y la altura máxima de las siguientes olas rebasó los dos metros... 

El tsunami provocó temor en las poblaciones costeras del Pacífico mexicano. En Ensenada y Mazatlán, miles de personas huyeron a las partes altas, temerosas de resultar afectadas por el tsunami.

 

Mazatlán fue abandonada en forma precipitada por la mayor parte de los habitantes en sólo dos horas. En Ensenada unas veinte mil personas huyeron hacia los cerros. El éxodo se hizo a pie y en automóviles. Se reportaron algunos accidentes menores debido a la tumultuosa fuga” dice el periódico NOROESTE recordando aquella fecha.

 

Existe la anécdota de que estando el gobernador Leopoldo Sánchez Célis en Altata, jugando “paco” con sus cuates y echándose sus whiskys, pasadas las doce de la noche le avisaron de la SEGOB lo que había sucedido en Alaska y que había que tomar medidas preventivas con la gente que vivía en las costas sinaloenses; por lo que sus asesores decidieron que quienes estarían en peligro sería la gente que estaba en Mazatlán, pero que por el momento no había de que preocuparse; el resto del estado no tendría peligro real.

 

Sánchez Celis, al calor de las copas ordenó; “que saquen a toda la gente de Mazatlán inmediatamente, con orden y a tiempo, que nadie se quede en sus casas porque se las lleva la chingada”….

 

Las instrucciones se transmitieron y cuando la orden llegó al del carro de sonido, ya estaba muy  distorsionada: “Que la gente se salga de sus casas y se vaya muy lejos, de no hacerlo se los va a llevar la chingada”.

 

Los que dicen que perdieron fueron los hoteleros y casas de huéspedes, porque sus clientes ya no volvieron, “se fueron con la reata”. Así es la vida.

 

Nosotros regresamos el domingo por la noche en “la bala” en un viaje muy cómodo, pues uno en el tren se podía parar y poner rumbo al restaurante o carro comedor, y estirar las piernas, contrario a los autobuses de entonces que hasta gallinas echaban en los porta belices; así que amaneciendo llegamos a San Blas y de allí en taxi nos trasladamos a Mochis.

 

 

Por varios días fui entrevistado por mis compas sobre que se siente estar en una huida como la que viví en Mazatlán. Hoy a la distancia de 53 años creo que sentí que nos iba a llevar la  chingada, así que aunque  en la prepa me sentía héroe, hoy doy gracias a Dios nuevamente porque todo quedó en el susto.