Corría el año de 1957, fue un año muy malo para los algodoneros de entonces, el picudo y el gusano barrenador le dieron en la torre a los cultivos de algodón y mi padre sembraba entonces 90 hectáreas, quedamos en la calle, prácticamente. El ciclo escolar 1957-58 estaba por iniciarse y mi papá ya no pudo pagar mi colegiatura en la escuela particular, así que fui a dar a la escuela #9 de gratos recuerdos para mí, ya que fui de la generación que inauguró el edificio que actualmente ocupa.

A media cuadra por la Johnston   (hoy Independencia) vivían mis abuelos maternos y por lo tanto me mudé a ese  domicilio, y lo traigo a colación porque la casa ocupaba un solar de calle a callejón, y en vez de barda de ladrillo, había un cerco hecho de “lata”; así le decían  a los palos secos de pitahaya; y del lado poniente de ese patio había una serie de casitas hechas de palo de pitahaya y tierra, ni siquiera adobes; con su techo de paja y una capa de lodo   encima., piso de tierra.

En la casa pegada al cerco vivía un matrimonio cuyo marido a cada rato  golpeaba a su mujer, y ésta entre paliza y paliza le gritaba, pégame porque entre más me pegues mas te quiero.

En esa época ni soñar con los “air condicioned”; y tener abanico era un lujo, además  echaban  el aire caliente dentro de la casa; en tal virtud mis tíos dormían en el patio como en los ranchos, a la luz de la luna y a los cuatro vientos; eso sí, en caso de lluvias había que correr  y meter los catres.

Durmiendo en el patio, como la gente pobre que vivía al lado, era enterarse de lo que ocurría en casa de los vecinos y, obviamente, las acciones amorosas de los que dormían más allá del cerco se escuchaban, y “la golpeada”, a la hora del placer gemía tan fuerte que todo mundo se enteraba, decían las vecinas que hasta el padre Medina del santuario se enteraba, y eso que estaba a una cuadra.

 

Un día estaba  en casa de “la golpeada” su señora madre, cuando por quítame estas pajas el marido la empezó a golpear y la  madre se metió en medio de los dos y le tocó un guamazo que la dejó como difunta. El tipo creyó que la había matado y huyó; la santa señora recibió la atención de los vecinos, pero no la podían hacer volver al mundo; mi abuelita me ordenó que fuera por el doctor Ángel Algara que estaba cerquita de la iglesia, corrí a todo lo que daban mis piernitas y abrí la puerta del consultorio donde el doctor estaba revisando a una mujer, ya se imaginaran la escena; y yo asustado, porque lo estaba, le dije que mi abuela lo mandaba llamar con urgencia porque una mujer se estaba muriendo, el doctor dejó lo que estaba haciendo y tomo su maletín y los dos corrimos hacia la casa donde yacía la pobre señora.

La señora ya había despertado, pero se volvió   a  quedar exánime, así dijo una vecina, mi abuelita le estaba untando alcohol   en la nuca, el doctor Algara hizo que la levantaran del suelo y la pusieron en un catre, y algo le dio a oler, que la señora despertó.

Buen rato estuvo el doctor y la estabilizó, dio una receta y las instrucciones para que le sacaran una radiografía. ¿Cuánto se le debe doctor?..Preguntó mi abuelita. Lo que me quiera dar doña Chayito, respondió el Médico. Mi abuelita sacó del mandil que siempre portaba, un billete arrugado de diez pesos, se lo dio al  doctor y este le dijo: “no traigo cambio señora. Mi abuelita, le respondió, acuérdese  que esta fue una consulta de urgencia. Ándele, váyase, su consultorio ha de estar lleno de gente esperándolo.

 

Días después llegó una carreta de mudanzas y se llevó las pocas cosas que tenía “la golpeada” y ya no se supo  de ella, pero, nunca se les olvidó a sus vecinos que cuando se ofrecía decían:”entre más me pegues mas te quiero”.

Pero eso era antes, porque lo que es hoy, que esperanzas.

El otro día fui a casa de un compa, no se dicen nombres, y sacó del refrigerador unas cervezas pa el calor, y apenas le había echado un trago, cuando llegó su señora esposa. Ni saludó, y desde la recámara a donde fue a dar le echó grito a su marido: “ven acá”. El compa como impulsado por un resorte, de inmediato atendió la orden.

No quiero repetir lo que la mujer dijo, pero me levanté con la intención de retirarme y en eso andaba cuando escuché el chasquido de una cachetada y la voz del marido “No me pegues delante de mi amigo”.

Ya no quise saber más, salí huyendo antes de que siguiera conmigo la amazona esa.

Días después, me encontré a mi compa, y yo por pena, nada le dije, pero, el se disculpó por lo ocurrido, pero, agregó, bueno, eso pasa en todos los matrimonios.

 

 

 

De inmediato le respondí, no en todos, compa.

El volvió a la carga, y me contó que ahora todas las mujeres son muy cabronas, que ahora insultan al marido  donde quiera, y más las que trabajan, y entre más alto es el puesto de la mujer es peor.

Luego me preguntó: ¿A poco tú no te has peleado con tu mujer?..Le respondí: “Claro que he discutido con ella, pero de eso a que ella o yo nos demos de cachetadas, nada de eso; ni yo le levantó la  mano, ni ella se atrevería a hacerlo.”

“Pues que raro, ahora en estos tiempos es lo más normal; nomás que hay unos que si le pegan a sus viejas, pero van a dar al bote” dijo el compa..

 Le respondí: “Pues si yo hubiera vivido en esta época recién casado, me iba a pasar mucho tiempo en la cárcel, a la primera cachetada la mujer iba a quedar como la madre de “la cacheteada”; y seguramente se iba  a  alinear o iba a correr a casa de sus padres, yo no permitiría ni una cachetada”.

Luego agregué: “la mujer que se atreve a golpear al marido, está pidiendo a gritos que el marido le pegue y así sentir  que tiene a alguien con dignidad, la mujer que no respeta a su marido es porque éste no lo merece y, lo más seguro es que en la primera oportunidad la mujer se  acueste con alguien que ella vea que tiene lo que las gallinas ponen.”…

Se quedó muy pensativo……….Ayer le llevé cigarros  a la cárcel; pero mañana o pasado mañana a más tardar, sale.

 

 

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