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Bienvenida, Claudia

 
 
 
 

Juegos de poder

Leo Zuckermann

Como jefa de Gobierno de la Ciudad de México cometió algunos errores, pero tuvo, en cambio, un gran logro: solucionó la inseguridad pública

Leo Zuckermann

 

No concuerdo con gran parte de las posturas ideológicas de Morena, pero le doy la bienvenida a Claudia Sheinbaum como Presidenta de México.Primero que nada, por ser mujer.

 Me encanta la idea, y así lo he expresado muchas veces, que este país patriarcal y machista vaya a ser gobernado por una mandataria. Ya era hora, por un asunto básico de justicia de género. Además, llegó el momento de bajarle los niveles de testosterona a la política nacional, que tantos desplantes estériles ha generado.

Bien ha dicho Sheinbaum que, con su Presidencia, llegan todas las mujeres al poder.

Hoy, cuando Claudia se ponga la banda presidencial, pensaré en mi abuela que llegó de Europa trayendo consigo una idea, muy rara para la época, que se llamaba feminismo. En mi madre quien, ya casada y con hijos, decidió estudiar la secundaria, preparatoria y carrera universitaria con el fin de emanciparse del mundo machista en el que había crecido, convirtiéndose en una activa feminista. Ni qué decir de mis hijas, que han seguido la ruta de su madre, abuela y bisabuela, siempre defendiendo los derechos de las mujeres con la pesada labor de, muchas veces, reeducar a su padre.

Sí, hay muchas dudas de qué tipo de Presidenta será Claudia.Yo, en lugar de especular, mencionaré lo que sabemos de ella. 

Como chilango puedo decir que hizo un papel razonablemente bueno como jefa de Gobierno de la Ciudad de México. La administración de la capital mejoró sustancialmente después del pésimo gobierno de Miguel Ángel Mancera.

Claudia cometió algunos errores, como detener por completo a la industria de la construcción de viviendas en su primer año. Pero tuvo, en cambio, un gran logro: solucionó la inseguridad pública. No quiero decir que en la Ciudad de México vivamos tan pacíficamente como en Mérida, pero mejoró el sentimiento de seguridad gracias a la eficaz gestión de Omar García Harfuch como jefe de la policía.

La capital dista mucho de ser un edén, pero creo que, junto a Marcelo Ebrard, Sheinbaum ha sido de las mejores jefas de Gobierno que hemos tenido en esta ciudad.

Por eso tengo grandes expectativas de que, después de la ineptitud que caracterizó al gobierno federal de López Obrador, la situación cambiará para bien con Claudia.

Aquí me permito comentar una anécdota.

En una reunión en la que coincidí con ella, hablamos del problema de la violencia en el país. Le mencionaba cómo venía la curva de homicidios dolosos. Para rebatirme, me dijo que lo que importaba de esa curva era la segunda derivada. Me impresionó. Como científica, sabía de lo que estaba hablando y utilizaba no sólo la evidencia empírica, sino el cálculo diferencial para apoyar su argumento. Yo, que tengo gustos tecnocráticos (ni modo, eso estudié) me fui satisfecho por escuchar a una política que entendía de números.

Al día siguiente, le llamé a un amigo, que era uno de sus colaboradores, para confesarle mi sorpresa. Riéndose, me comentó que todas las decisiones que se tomaban en el gobierno de la ciudad se sustentaban en análisis numéricos y que, en no pocas ocasiones, utilizaban regresiones.

Se trata de un estilo muy diferente al del gobierno pasado y sus ocurrencias. En lo personal, me gusta más este modelo científico y racional de la acción gubernamental.

Claudia se distingue, además, por una disciplina espartana.

Hizo todo lo que tenía que hacer para que López Obrador optara por ella como candidata presidencial de Morena. En el camino dejó a varios políticos de peso pesado, como al propio Ebrard.

Llevó a cabo una campaña electoral impecable, en la que prácticamente no cometió errores. No se salió del guion. Atacó sin misericordia a la oposición. Aguantó los debates. Recorrió el país y, obvio, se benefició del gran apoyo de los gobiernos federal y locales.

Una vez que ganó los comicios, se echó para atrás y le dejó todo el espacio público a López Obrador. Dejó que siguiera siendo la estrella del show. Es lo que tenía que hacer. No tenía sentido alguno pelearse con el mandatario en turno que todavía controlaba las palancas del poder.

Muchos le reclamaron a Claudia por eso: que parecía títere de AMLO. Yo creo que no tenía de otra. Con inteligencia, pero sobre todo disciplina, dejó que el tabasqueño gobernara hasta el último día de su sexenio. ¿Qué utilidad tenía enfrentarse con AMLO cuando ella sólo tenía un papelito que decía que era la Presidenta electa?

Su disciplina espartana es lo que le permitió ponerse hoy la banda presidencial. Bienvenida. Por el bien del país y del futuro político de las mujeres, le deseo que le vaya muy bien. Si es así, se lo reconoceré. Si no, pues seguiré dando lata con mis críticas. 

X: @leozuckermann