Vamos por una primera parte con el legendario Ramón “El Diablo” Montoya, caracterizado en su época como una gran estrella del béisbol en cualquier equipo donde vio acción como jardinero central por excelencia.
Fue uno de los mejores centrales de todos los tiempos, con entrega, fuerza, presencia y garra, caracterizado por engarces formidables, incluso encaramándose a las bardas, con muchas veces saliendo lastimado y en ocasiones inconsciente por ese sobreesfuerzo por atrapar la pelota.
Era algo muy especial, todo un espectáculo, como fildeaba.
En el verano, todo un estelar especialmente con los Diablos Rojos de México, y aquí en invierno con Rieleros de Empalme, Naranjeros de Hermosillo, Tomateros de Culiacán, Yaquis de Ciudad Obregón y Algodoneros de Guasave.
Con Hermosillo fue bicampeón en 61-62 bajo el mando de Virgilio Arteaga:
Juan de Dios Villarreal era el receptor titular, auxiliado por Romualdo “Changarro” Urías; Espino en la primera; Jorge Fitch en el short; Marco Antonio Manzo de segunda y Víctor Ozuna, en la esquina caliente. En los jardines, José Eradio Burruel, Andrés “el Avestruz” Rodríguez y el legendario Ramón “el Diablo” Montoya.
En aquellos días no hubo un jardín mejor que “El Diablo”.
Una campaña antes, “El Diablo” había llegado a Hermosillo procedente de los Rieleros.
Montoya impuso el record de hits conectados (130) en una temporada en la campaña 1963-64 jugando para los Rieleros de Empalme. Asimismo, en aquella edición, junto con su compañero de equipo, Ronnie Camacho, también fue líder en anotadas (67), marca que sigue vigente en el circuito.
En esa campaña también dio seis hits en juego de entradas extras realizado en Obregón. Después lo imitarían Darrel Thomas (Yaquis, 1973), y los Naranjeros Armando Sánchez (1988) y Carlos Alberto Gastélum (2006).
Y, hablando de peloteros retirados, vea la clase de bateador de porcentaje que fue: su .289 está atrás del líder eterno, Héctor Espino, con .329 y el de Matías Carrillo (.293).
“El Diablo”, jugando para Guasave, fue el primero en conectar un hit en el entonces naciente, en octubre de 1972, el estadio del “Coloso del Choyal” (desde 1976 llamado Héctor Espino) cuando Naranjeros inauguró la temporada ante los Algodoneros de Guasave que venían de ser los campeones de la edición anterior.
¿Desea recordar aquel capítulo histórico en donde Jerry Hairston fue el primero en pegar jonrón en lo que era la nueva casa de los Naranjeros?:
Ramón Montoya nació el 8 de diciembre de 1941 en Mexicali donde comenzó a jugar pelota amateur destacándose en su adolescencia como pitcher y tercera base, pero un día un mánager estadounidense lo cambió a jardinero para aprovechar el excelente brazo que ya entonces mostraba.
A sus 18 años jugó con la selección de Baja California en un torneo celebrado en León Guanajuato, donde recibió invitación para representar a México en la Serie Mundial Amateur que se celebró en Costa Rica.
En ese campeonato logro el título de mejor jardinero central y los buscadores de talento de Grandes Ligas se pelearon por firmarlo, y fue precisamente Art Lilly de los Atléticos, entonces de Kansas City quien logró la firma de aquel jovencito de gran futuro, habiéndosele enviado por los Diablos Rojos a su sucursal en la Liga Central.
Para 1961 debutó contra Poza Rica y el gran pitcher zurdo José Soto, al que le pegó dos imparables. Los dos primeros de los 1,692 que iba a lograr en la Liga Mexicana a lo largo de quince temporadas.
(Continuará)
FRANCISCO HUMBERTO GONZÁLEZ SIQUEIROS
Mi estimado Jesús: lo mejor de la vida, la vida misma, para ti y los tuyos, decía Fausto.
Te diré que una ocasión me lo encontré al salir de su casa, en Villa Satélite, y surgió una agradable charla con él y en un momento dado le agradecí por el hecho de que el narrar los juegos de los Naranjeros, nosotros en la Mesa del Seri –los años 60´s-- prácticamente veíamos los incidencias por su peculiar forma de narrarlas, transportándonos al estadio Fernando M. Ortiz, tal como si estuviéramos en u palco que ahí tenía mi papá.
Así era su narración. Nos hacía ver los juegos sin estar ahí.
Al decirle eso, se emocionó bastante y me agradeció que se lo hiciera ver.
Varias veces nos encontramos de nuevo… y siempre me saludaba, diciéndome ¡qué tal güero!, ¿cómo estás? Obviamente, me sentía agradecido por haber tenido la suerte de conocerlo y constatar su bonhomía. Un abrazo para ti y la familia.