30 de Diciembre de 2015

Hace unas semanas publiqué en este mismo espacio una columna intitulada ¿El Loco de Macuspana…? En el cuerpo del texto me preguntaba si López Obradorestaba loco cuando propuso reconectar ilícitamente la luz a miles de usuarios tabasqueños que no la pagaban o cuando desvió ilegalmente los fondos públicos entregados a Morena para destinarlos a la adquisición de camionetas utilizadas para conectar diablitos y burlar a la CFE o cuando apoyó a los supuestos maestros de la CNTE o cuando se puso del lado de los extrabajadores del Sindicato de Luz y Fuerza, una auténtica pandilla, o cuando perdió las elecciones en 2006, mandó “al diablo a las instituciones”, “tomó” el Paseo de la Reforma y se ungió como Jefe de la Nación después de colocarse la banda presidencial en el pecho? ¿López Obrador estaba loco cuando “tomó” pozos petroleros propiedad de la nación o cuando burló al electorado de Iztapalapa y a las autoridades electorales durante el Juanito Gate o cuando le pagaba a su chofer 80 mil pesos o cuando construyó el segundo piso y ocultó a través de fideicomisos amañados la realidad del costo de la obra o cuando, a pesar de su tan cantada Honestidad valiente se resistió a declarar el origen de los recursos necesarios ya no sólo para vivir, sino para financiar costosos mítines, viajes y campañas publicitarias por todo el país o estaba loco cuando perdonó a René Bejarano, el Señor de las Ligas, al sorprendérsele embolsándose dinero negro frente
a las cámaras de televisión o cuando se negó a aplicar el IVA generalizado que ayudaría a sanear las finanzas públicas?

De loco nada: desde que se inventaron los dementes se acabaron los demagogos, los populistas, los embusteros, los chavistas, los castristas, los tiranos, los Maduros, entre todo un inventario de tiranos encubiertos que esgrimen argumentos que saben falsos entre personas que saben tontas o, al menos, ignorantes o candorosas, por decirlo eufemísticamente.

Cuando publiqué mi columna recibí una catarata de correos cargados de insultos provenientes de diferentes lectores encolerizados. En todos ellos prevalecían los arranques emocionales, las agresiones furiosas y los ataques personales, obviamente sin fundamento alguno. ¿Ofensas? ¡Todas! ¿Razones? ¡Ninguna! No se utilizó un solo argumento para refutar racionalmente mis aseveraciones. Adujeron que yo era un columnista vendido, corrupto al servicio de las televisoras o del gobierno o de diferentes partidos políticos o que, simplemente, yo era un elemento más de la mafia del poder.

Ante semejante catilinaria cargada de absurdos improperios decidí contestar selectivamente a quienes ostentaran la menor cantidad de faltas de ortografía con la idea de construir un diálogo respetuoso y constructivo. ¿Resultado? Recibí más ataques furiosos, desplantes virulentos, con lo cual confirmé una vez más que la presencia de insultos implica la ausencia de argumentos y, por ende, la destrucción del diálogo.

Luego entonces, Andrés Manuel López Obrador es un experto manipulador de las masas a través de emociones y de embustes al estilo de los más decantados fascistas de la historia que condujeron a sus países a la destrucción total. HugoChávezNicolás Maduro y Fidel Castro son ejemplos que se deben analizar a la luz de la razón y de la realidad para comparar la patética realidad de sus gestiones autoritarias con sus promesas populistas… Los hechos son tercos.