El desliz de Trump sobre el aplazamiento de las elecciones no sólo es una muestra más de su personalidad autoritaria y narcisista, también expresa el nulo conocimiento que este hombre tiene de la Constitución de su país.

 

02 de Agosto de 2020

Sus biógrafos lo acusan de padecer de tendencias autodestructivas, delirantes y confrontacionistas (Fire and Fury, Fear, Everything Trump Touches Dies, Trump Revealed). El de Trump se caracteriza por ser un carácter explosivo y conflictivo, que explica sus guerras de lodo contra todo lo que se le oponga. Así empezó su presidencia (los mexicanos son violadores y asesinos) y así parece que está destinado a terminarla. No se vale de la política —no entiende de política, sino sólo de propaganda— como elemento o instrumento transformador, como vehículo de cambio o como factor de avance progresivo hacia la solución y consolidación de las mejores causas de la democracia política en casa y afuera.

La anormalidad democrática que esto indica, y que se expresa en una política pública caótica e impudente, tiene en su último asalto una peculiaridad provocativa, aunque no novedosa. El martes de la semana pasada Trump escribió un tuit en el que señala que “con el voto universal por correo, la de 2020 será la más inexacta y fraudulenta elección de la historia. Será una vergüenza para EU” y termina con una pregunta: “¿retrasar la elección hasta que la gente pueda votar segura y apropiadamente?”. De acuerdo con el Washington Post¸ esta afirmación contiene, en sí misma, todos los elementos de una táctica fascista.

La declaración trumpista ocurre en un momento en el que las encuestas no le favorecen y en el que Biden lo aventaja con cerca de 10 puntos a nivel nacional y a nivel de los estados llamados “bisagra”, los cuales son determinantes para ganar la mayoría necesaria en el colegio electoral, tales como Arizona (3.7), Wisconsin (5.0), Michigan (7.8), Pensilvania (6.0), Ohio (1.5), Florida (6.2), e incluso en Texas, estado republicano desde los años ochenta, en donde están prácticamente empatados. La declaración es, también, una evidencia más de cómo la personalidad narcisista y el miedo a perder la elección invaden el universo íntimo de Trump. De aquí su guerra constante y delirante contra el mundo que lo rodea y que no lo comprende ni acepta como a él le plazca, incluidos China, Irán, Obama, los demócratas, la gran prensa que lo critica a cada traspié que él, ególatra iracundo, comete casi en forma suicida y con una torpeza que a Biden y a los demócratas les viene como anillo al dedo. Tanto el pésimo manejo de la pandemia, como el del racismo sistémico que volvió a desbordar los ánimos, como no se había visto desde los años ochenta, cuando se le propinó una golpiza histórica al ciudadano afroestadunidense, Rodney King, han puesto de manifiesto no sólo la incompetencia de un presidente advenedizo, sino también la aversión antidemocrática que circula por todo el DNA trumpista. A partir del asesinato en mayo de este año de otro afroestadunidense, George Floyd, su respuesta autoritaria se convirtió en la gota que derramó el vaso, arrastrando a niveles mínimos su popularidad, a tal grado que esto muy fácilmente puede estar significando ya el principio del fin de su presidencia.

El desliz de Trump sobre el aplazamiento de las elecciones no sólo es una muestra más de su personalidad autoritaria y narcisista, también expresa el nulo conocimiento que este hombre tiene de la Constitución de su país, la cual, me atrevo a asegurar, no ha leído o no ha leído completa. Así las cosas, autoritarismo y nulo conocimiento técnico de su oficio se juntan en un solo y pavoroso momento. Trump ignora que la fecha de la elección presidencial (el primer martes de la primera semana completa de noviembre, cada cuatro años) sólo se puede determinar o cambiar por el poder legislativo. El artículo 2, fracción 4 de la Constitución de EU dice a la letra:”el Congreso podrá determinar la fecha y el día que habrán de asignarse a los electores para presentar sus votos; tal fecha deberá ser la misma en todo el territorio de EU”. Al ya muy criticado desliz se agrega que Trump se niega al voto por correo y ha boicoteado, junto con los republicanos del Senado, el apoyo que para tal objeto requiere el sistema postal de EU. Y lo hacen porque sospechan, con razón, que están a un instante de perder la elección, lo cual incluye, por primera vez en décadas, la muy posible pérdida del Senado. El voto por correo es una atribución a la que la ciudadanía tiene derecho históricamente, siendo este voto más trascendente que nunca ante las circunstancias impuestas por la pandemia. La advertencia de que habría fraude es una mascarada más de Trump, al tiempo que busca intimidar a la ciudadanía e influir en los procedimientos que los estados llevan a cabo para implementar el voto por la vía postal. Se trata de una más de las guerras de Trump que, vistas las reacciones y resistencias mostradas, tendrá muy pocas posibilidades de triunfar.