La inmaculada percepción

VIANEY ESQUINCA

Es peje, pero no lagarto

El problema es no saber con exactitud qué va pasar en los próximos meses

 

30 de Junio de 2019

 

Mañana el presidente Andrés Manuel López Obrador tendrá un evento para celebrar el triunfo que obtuvo el 1º de julio. Ese día no sólo arrasó en las urnas, sino que también empezó a gobernar. Aunque oficialmente la administración de Enrique Peña Nieto terminaba el 1º de diciembre, el priista claudicó y le entregó el poder.

En estos meses, los mexicanos han escuchado a lo largo de los discursos del Presidente o sus conferencias mañaneras que todo es culpa del neoliberalismo, va acabar con la corrupción, le dejaron un cochinero, siempre tiene otros datos, es dueño de su silencio, habla con todo respeto —aunque sea para denostar—, su fuerte no es la venganza, los que hoy lo critican callaron como momias en los anteriores gobiernos, existe el pueblo bueno y los fifís, desea amor y paz y va a perdonar a los corruptos del pasado.

Pero la pregunta sería ¿estamos mejor que antes? Para quienes están recibiendo los beneficios de algún programa social la respuesta es obvia ¡por supuesto que estamos mejor con López Obrador!, para quien ha perdido su trabajo o ha sido víctima de la inseguridad, no.

Los despilfarros y abusos, la corrupción escandalosa y cínica de los anteriores gobiernos se han limitado, pero la impunidad sigue igual o peor que antes porque el gobierno federal ha decidido perdonar los pecados del pasado.

No, todavía no hay una respuesta única respecto a si el país ha avanzado o ha retrocedido, si le espera un mejor futuro o uno peor. Ése es el problema, no saber con exactitud qué va pasar en los próximos meses, genera incertidumbre y confusión. El gobierno del morenista ha sido una montaña rusa, se ha convertido en una especie de lotería política a la mexicana, donde todo parece ser al azar y donde cada vez que López Obrador saca una carta hace ganadores a unos y perdedores a otros.

En esta lotería, por supuesto, no está el sol, ni el diablo, la dama o el caballero, aquí hay figuras políticas que van saliendo poco a poco. Algunas de las cartas que aparecen en este juego son: es peje, pero no lagarto —el Presidente—; camarón que se duerme se lo lleva la corriente —Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación—; todos los días le encuentran propiedades —Carlos Lomelí, delegado de Programas para el Desarrollo del Gobierno de México en Jalisco—.

El que a buen árbol se arrima, buena sombra les cobija —los morenistas—; el que espera, desespera —Manuel Velasco, exsenador exgobernador de Chiapas—; el que nace pa’ maceta, no sale del corredor —Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos—; el secretario de Estado, el florero, por qué le corres cobarde, trayendo tan buen puñal —Germán Martínez, exdirector del IMSS—.

La mascota del gobierno —el ganso—; junior, conservador, hipócrita y fantoche —el fifí—; el venado no ve nada —el chairo—; el que con la cola pica —Gerardo Fernández Noroña, diputado—; atarántamela a palos, no me la dejes llegar —Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena—; pórtate bien, cuatito, si no te acusa el diablito —el SAT—; al pasear por el panteón, me encontré una calavera —el PRD—; la muerte tilica y flaca –el PRI—.

Tú me traes a puros brincos como el pájaro en la rama —los empresarios—; el caso que te hago es poco –las encuestas—; el que por la boca muere —Rocío Nahle, secretaria de Energía—; 1,2,3 el soldado pa’l cuartel —la promesa (incumplida)—; la herramienta de las decisiones en la 4T —la mano—; con los cantos de sirena no te vayas a marear —Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores—.

Aún no hay nadie que grite todavía ¡Lotería! Porque faltan cinco años y medio para saber quién hizo una línea, quién llenó la tabla o a quién se lo llevó la fregada.