BARRILES SIN FONDO
Por Pedro Cazárez Aboytes
Históricamente, existen grupos de personas las cuales han hecho del amedrentamiento,
el chantaje, la intriga, la rumorología, el mitote y el berrinche, las supuestas formas
de «inconformidad ciudadana», muchas ocasiones no son más que la pérdida temporal o
permanente de beneficios económicos, materiales o favores ante alguno de los niveles de
gobierno sea municipal, estatal o federal. Esto suele ocurrir cuando el partido político en
el poder, no es el proveedor económico tradicional, convertido en mecenas de facciones de
colectivos artísticos, inconformes al ser desplazados de puestos políticos y, por ende,
espacios de distribución de recursos económicos.
Tengo años siguiendo ese fenómeno a esos tres niveles, la constante es la misma:
grupúsculos autoerigidos a nivel municipal muchas veces, como el non plus ultra, el jet set
cultural o cacicazgo elitista de las bellas artes. Realmente su preocupación no gravita en
torno a las políticas públicas en materia cultural; importan e interesan deseos personales y
mantener a raya a personas interesadas en desarrollarse en el rubro de bellas artes y humanidades.
Las manifestaciones artísticas de grupos nativos, muchas veces las desprecian, pero suelen
ser incorporadas como una suerte de manifestación exótica o folklórica, manteniendo posturas
paternalistas a ese itinerario que usurpa el mote de ciudadano, orientado a acuerparse a
determinadas corrientes ideológicas y/o políticas. En suma, están al mejor postor.
Los espacios culturales los aprovechan de forma de socializar ideas confusas, insustanciales
e incluso retrogradas. Sus premios, publicaciones u obras (si las tienen), provienen de acuerdos
de apoyo de desempleo o lealtades políticas, aderezadas a base de talonario o sobres
Manila con papel moneda de alta denominación. Difícilmente forman cuadros de nuevos
representantes de alguna corriente artística, ciencia social o humanística, quieren incondicionales,
aduladores de pacotilla, simios de feria que no dejen de aplaudir. No se comparte ni interactúa,
se ataca de manera de clan a los gobiernos en turno.
Muchas no cuentan con una formación académica, tampoco hay una búsqueda de actualización o
capacitación. No estoy en contra de las personas autodidactas en ninguna área, pero indudablemente
quien aspire a vivir de alguna actividad artística, literaria o de la ciencia social, necesariamente
deberá generar rutas de formación profesional. Sentirse influyente o voz autorizada para opinar
en materia cultural, desde las redes sociales, solo demuestra la falta de seguridad en eso que
crees es tú producción artística. Muestra inequívoca es verlos en los colectivas artísticos
endulzando oídos, inflando egos e incitando al divisionismo. Pero al final, no eres nada o en su
defecto, solo un cero a la izquierda, un bufón de la farándula, una caricatura barata.
Ponte a estudiar, capacítate, gana premios, publica, muéstrate sensible ante causas
sociales, se empático, convierte en un verdadero artista, no seas un ambientador de bajo fondo
o redes sociales.
Los gobiernos deben ser llamados a cuentas en cualquiera de sus niveles, exigir de forma
creativa e inteligente, mostrar oficio, no víscera ni rapacidad. Exhibir ganas de crecer en
términos artísticos, no de ser cooptado para integrar rancios clanes de eternos inconformes.
Ilustración de David López Portillo