Todo bajo sospecha

Progresivamente, la economía se enfocará más en términos de utilidad, eficacia y mercado. La política, en términos de poder.

 

16 de Diciembre de 2018

Por Santiago García Álvarez*

E n la segunda mitad del milenio pasado presenciamos muy diversos acontecimientos. Se configuraron nuevas formas sociales de organización y comenzaron nuevos modelos económicos. Hobbes se da cuenta de las dificultades propias de la convivencia entre individuos y advierte la posible lucha de todos contra todos en ese afán de poseer, entre otras cosas, la voluntad ajena. Para resolver estas diferencias y poner orden ante la sociedad surge la supuesta necesidad del Leviatán, un superpoder, ante el cual ninguna resistencia le puede hacer frente. Un poder que monopolice la violencia y consiga el equilibrio social. El Estado terminaría tomando este rol protagónico y ordenador.

En el contexto de su filosofía social, Adam Smith hablará de la lógica del propio interés, el espectador imparcial y la división del trabajo, naciendo así la “economía moderna”, que rompe con el esquema económico anterior, limitado al ámbito familiar y a sus implicaciones en la pequeña comunidad inmediata. Antiguamente, la economía se subordinaba a los buenos oficios de la política, entendida como el arte de gobernar una sociedad orientada al bien común. La ética y la religión aparecían como referencias superiores, en cuyo marco había que moverse. Con el paso del tiempo, la economía toma un papel protagónico, superando en la escala de valores a la política, e incluso a la propia ética y religión, dando lugar a un modelo de economía política, donde los intereses económicos se situarán por encima del arte del buen gobierno, prevaleciendo una lógica de eficiencia y maximización. Progresivamente, la economía se enfocará más en términos de utilidad, eficacia y mercado. La política, en términos de poder.

La revolución francesa marcó una nueva pauta distinta al mundo monárquico, lo que dio lugar a las repúblicas y a modelos de organización más masificados, reorganizándose de otro modo. Con la revolución industrial el funcionamiento de la economía se transforma y, con ello, el modelo económico. Aunado a los fundamentos de Smith y la economía clásica, se comienza a buscar el crecimiento de la riqueza, esperando que las “fuerzas ocultas del mercado” logren distribuirla hacia otras capas de la sociedad.

El siglo XX vivió una interesante dialéctica. La igualdad y la libertad, nacidas en paralelo a la menos recordada fraternidad, entraron en una especie de disputa. Algunos propusieron la igualdad como el principio fundamental, descuidando las libertades personales, mientras que otros impulsaron la libertad como principio máximo, dejando de lado la justicia social. En la segunda mitad del siglo, el sistema comunista se derrumbó dejando a la deriva a muchas personas lastimadas por falta de libertad. El sistema capitalista, si bien sobrevive, por momentos se tambalea, y ha generado inquietantes consecuencias: crecimiento de la desigualdad, dificultades para abatir la pobreza, y otras injusticias sociales. Se atribuye a Margaret Thatcher y a Ronald Reagan la liberación profunda del sistema capitalista, minimizando las restricciones del mercado, que permitiría un mayor crecimiento económico mundial.

Independientemente de igualitarios o libertarios, el Estado se ha mantenido en posiciones estratégicas. A pesar de los distintos escenarios, con mayores o menores espacios para el mercado o el propio Estado, el hecho es que el poder de las sociedades se sigue concentrando en unas pocas manos. El aparato burocrático de los distintos países absorbe una gran cantidad de recursos y son unos pocos quienes toman decisiones que afectan a muchos. La manipulación de los poderosos, también en las estructuras democráticas, es un recurso frecuente ante las grandes poblaciones.

En la actualidad parece existir un resurgimiento de posiciones extremas. A pesar de la inexactitud del concepto actual de izquierda y derecha, las extremas izquierdas y las extremas derechas se han apoderado de muchos países. Las posiciones antiglobalización son cada vez más frecuentes.

Lo descrito hasta ahora es una aproximación simple —sin duda reduccionista— que puede arrojar luces sobre los escenarios sociales actuales. El Estado, la globalización, el capitalismo, el liberalismo, el socialismo, la economía tradicional, el poder, el mercado son cuestionados. Está resultando difícil encontrar respuestas claras. Sin embargo, en este mundo donde todo parece estar bajo sospecha, la esencia del ser humano no cambia. El hombre es un ser relacional que vive en sociedad. Por tanto, las fuerzas vivas de la sociedad, alejadas de los poderes formales pero llenas de espíritu humano, juegan un rol fundamental. Hoy más que nunca necesitamos de personas generosas, libres, educadas, capaces de contagiar optimismo y esperanza, de iluminar a la sociedad.

                                *Rector del campus México de la Universidad Panamericana