Repudio

Todo acto político envía mensajes, explícitos e implícitos. De ahí el escrutinio severo. Por eso los políticos cuidan mucho esos escaparates, cada palabra, cada símbolo, por eso con frecuencia ocultan, evaden, para, así, escapar de la mirada pública. La toma de posesión es el acto republicano por excelencia. ¿Qué pretenden invitando a Nicolás Maduro?

 

27 de Noviembre de 2018

Invitar a jefes de Estado y altos representantes de otras naciones es una costumbre de una democracia insegura que busca aceptación de la comunidad internacional. Por eso se tiende a invitar a representantes de las grandes democracias, de países forjadores de esos procesos que simbolizan una acreditación. Pero invitar a un tirano que ha continuado la destrucción de una democracia, que ha minado la división de poderes, que ha reprimido y violado los derechos humanos, la libertad de expresión en particular, que ha perseguido a los opositores y les ha conculcado su libertad, que ha empobrecido brutalmente a su país, que ha propiciado procesos migratorios lacerantes para millones de sus compatriotas, que ha dividido familias provocando un dolor humano inconmensurable, desacredita y ofende.

El presidente electo sabía de la reacción y no se contuvo. Ofreció nuestro país como plataforma para Maduro. No le importó oponerse a los principios básicos de la libertad, a los cánones de nuestras instituciones electorales, a las incipientes tradiciones democráticas, a los compromisos internacionales que México ha suscrito en todos los órdenes, le importó un bledo que los defensores de derechos humanos se incendiarían. Hay, entonces, un mensaje muy claro: aquí mando yo. Con esa actitud recuerda la gran travesía por la mente del tirano, de Augusto Roa Bastos, en Yo el supremo. Cree tener derecho hasta a la ofensa pública.

Maduro es responsable de contravenir todos y cada uno de los límites económicos que todo gobernante tiene: equilibrio presupuestal, respeto al sector productivo, expansión ad infinitum del gasto estatal, violación sistemática y majadera de la propiedad privada, expropiaciones a diestra y siniestra, negación de los mercados, etcétera. Las advertencias siempre estuvieron allí y el dictador las contravino. Resultado: caída libre del PIB, desgarrador desplome de ingreso, empleo en picada, 35,000% de inflación, escasez de alimentos y medicinas, hambre, enfermedad, ésas son las consecuencias concretas, están en los cuerpos y las mentes de 30 millones de venezolanos.

La población está destrozada. Esa razón sería suficiente para pensar dos veces la invitación, aunque fuera un demócrata. No es que su “proyecto político-económico” haya fracasado, siempre fue inviable. Qué nos dice AMLO con esta invitación, acaso que todo eso se justifica por un posicionamiento antiimperialista. Maduro se aferró a su ignorancia y, como todo buen autócrata, pensó que la economía y el mundo se acomodarían a sus designios. Y así les fue. La herida abierta y sangrante está ya en la historia de Venezuela, en un país que tuvo etapas de prosperidad y que podría ser de las más ricas de Latinoamérica. Incluso en la hipótesis imaginaria, pero irreal, de que un nuevo gobierno comenzara la reconstrucción, porque ése es el término, Venezuela tendría por enfrente muchas décadas de dolor. En la historia ha habido tiranos —como Franco o Pinochet, los más evidentes— que suprimieron libertades, pero tuvieron logros económicos. Pero Chávez y Maduro, como algunos dictadores africanos, son responsables, además, de hambre y sufrimiento, son todos deleznables, pero hay agravantes.

¿Qué podemos aprender o reconocer de Maduro? Creo que nada. Pero quizá nuestro futuro presidente debería tener una larga plática con el tirano para saber lo que no debe hacer o seguir haciendo, porque en cinco meses de transición y como consecuencia de la irresponsabilidad y la demagogia, según un cálculo de Enrique Quintana (El Financiero, 26-XI-2018), nuestra economía ha perdido alrededor de 90 mil mdd, es decir, la mitad de la inversión extranjera directa lograda en seis años. Increíble. Acaso Venezuela, Maduro en particular, es el tipo de aliado económico que nuestro futuro presidente tiene en mente. Regresemos a lo simbólico. Así como se advirtió que la cancelación del NAIM tendría una repercusión gravísima en la lectura de los inversionistas nacionales e internacionales, recibir a Maduro manda una señal tenebrosa que propiciará especulaciones de todo tipo. Se puede decir que son eso, meras especulaciones, pero esas especulaciones tienen un costo altísimo en tanto que merman, minan la certidumbre. Que nadie se llame a sorpresa.

Qué necesidad tenía un presidente con una amplísima legitimidad electoral de buscar avales externos. Ninguna. Dentro del amplio espectro de invitaciones posibles, ¿por qué Maduro? Yo repudio al tirano.

PD: Por cierto, Maduro trae varios procesos judiciales pendientes, muy graves. ¿Acogemos a un potencial delincuente?