Presidentes seis años, holganza de lujo el resto de sus vidas

La información sobre las enormes pensiones de los expresidentes mexicanos, procedente de investigaciones académicas y de una solicitud de información de este semanario al gobierno federal, desmiente los argumentos con que las justifican sus beneficiarios Vicente Fox y Felipe Calderón, así como el aspirante presidencial José Antonio Meade. No se limita a un sueldo vitalicio o al servicio de decenas de servidores públicos, sino que incluye guardias para ellos y sus familias, igual que el pago de telefonía, autos, atención médica privada y gastos de oficina, entre otros, todo ello sin fundamento en la ley.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ejemplo de los privilegios y excesos de la clase gobernante que preservó la alternancia, las millonarias prestaciones a los expresidentes de México –cuya pensión de 205 mil pesos al mes es sólo una parte– no las disfrutan en casi ningún país, menos en los más desarrollados económica y democráticamente...

En México los exmandatarios gozan, de manera vitalicia, de un sueldo del nivel de secretario de Estado, un equipo de hasta 25 funcionarios, numerosa custodia militar, atención médica privada, seguro de vida, vehículos, telefonía y hasta jardineros, privilegios que al morir siguen recibiendo sus descendientes.

De acuerdo con información oficial y estimaciones académicas y legislativas, cada uno de los cinco expresidentes vivos cuestan a los mexicanos aproximadamente 5 millones de pesos al mes, aunque otras ubican los gastos –que incluyen personal, vehículos, oficinas– en 40 millones de pesos anuales.

 

Lo cierto es que, en sólo seis años –la quinta parte del tiempo que le cuesta a un mexicano común obtener su pensión–, un presidente se garantiza una vida de lujos hasta su muerte, que luego sigue disfrutando su familia, y su pensión vitalicia de 205 mil pesos al mes contrasta con los 2 mil 555 pesos al mes que recibirá alguien que gana 10 mil pesos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

“El estudio de los beneficios de los exgobernantes permite conocer el grado de equidad social, las formas de expresión de los criterios de justicia, proporcionalidad y racionalidad, así como el grado de desarrollo de una cultura con tejidos democráticos”, razonan Hilda Nucci y Ernesto Villanueva en su libro Los parásitos del poder. Cuánto cuesta a los mexicanos mantener los privilegios de los expresidentes, de Ediciones Proceso.

Los académicos revisaron los ordenamientos legales sobre los beneficios de exgobernantes en 21 países de los cinco continentes y concluyen: “El caso que más llama la atención es el de México, pues es el único país donde un expresidente recibe aproximadamente 2 mil 379 salarios mínimos como ingreso global mensual.”

Como tras la elección de 2000, en esta coyuntura electoral están a debate las desproporcionadas prestaciones de los expresidentes de la República, que ni siquiera están fundadas en la Constitución y en la ley, sino que son producto de simples acuerdos presidenciales de Luis Echeverría y Miguel de la Madrid.

La información sobre las enormes pensiones de los expresidentes mexicanos, procedente de investigaciones académicas y de una solicitud de información de este semanario al gobierno federal, desmiente los argumentos con que las justifican sus beneficiarios Vicente Fox y Felipe Calderón, así como el aspirante presidencial José Antonio Meade. No se limita a un sueldo vitalicio o al servicio de decenas de servidores públicos, sino que incluye guardias para ellos y sus familias, igual que el pago de telefonía, autos, atención médica privada y gastos de oficina, entre otros, todo ello sin fundamento en la ley.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ejemplo de los privilegios y excesos de la clase gobernante que preservó la alternancia, las millonarias prestaciones a los expresidentes de México –cuya pensión de 205 mil pesos al mes es sólo una parte– no las disfrutan en casi ningún país, menos en los más desarrollados económica y democráticamente...

En México los exmandatarios gozan, de manera vitalicia, de un sueldo del nivel de secretario de Estado, un equipo de hasta 25 funcionarios, numerosa custodia militar, atención médica privada, seguro de vida, vehículos, telefonía y hasta jardineros, privilegios que al morir siguen recibiendo sus descendientes.

De acuerdo con información oficial y estimaciones académicas y legislativas, cada uno de los cinco expresidentes vivos cuestan a los mexicanos aproximadamente 5 millones de pesos al mes, aunque otras ubican los gastos –que incluyen personal, vehículos, oficinas– en 40 millones de pesos anuales.

 

Lo cierto es que, en sólo seis años –la quinta parte del tiempo que le cuesta a un mexicano común obtener su pensión–, un presidente se garantiza una vida de lujos hasta su muerte, que luego sigue disfrutando su familia, y su pensión vitalicia de 205 mil pesos al mes contrasta con los 2 mil 555 pesos al mes que recibirá alguien que gana 10 mil pesos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

“El estudio de los beneficios de los exgobernantes permite conocer el grado de equidad social, las formas de expresión de los criterios de justicia, proporcionalidad y racionalidad, así como el grado de desarrollo de una cultura con tejidos democráticos”, razonan Hilda Nucci y Ernesto Villanueva en su libro Los parásitos del poder. Cuánto cuesta a los mexicanos mantener los privilegios de los expresidentes, de Ediciones Proceso.

Los académicos revisaron los ordenamientos legales sobre los beneficios de exgobernantes en 21 países de los cinco continentes y concluyen: “El caso que más llama la atención es el de México, pues es el único país donde un expresidente recibe aproximadamente 2 mil 379 salarios mínimos como ingreso global mensual.”

Como tras la elección de 2000, en esta coyuntura electoral están a debate las desproporcionadas prestaciones de los expresidentes de la República, que ni siquiera están fundadas en la Constitución y en la ley, sino que son producto de simples acuerdos presidenciales de Luis Echeverría y Miguel de la Madrid.