Por Arturo Cervantes, MD (1992), MPH (1993), DPH (1998)

 

Cuando llegué a Harvard en 1993, recién me había graduado como médico y estaba a punto de iniciar mi maestría en Salud Pública. Eran momentos de idealismo, optimismo y deseos de cambiar y componer el mundo.

 En la Escuela de Salud Pública de Harvard (HSPH por sus siglas en inglés) tuve la oportunidad de enrolarme en las clases impartidas por Dick Levins, quien era un profesor ejemplar. Ha sido él quien ha dejado una influencia imperecedera que ha cambiado la dirección de mi trabajo y de mi vida. La brillantez de su mente y la compasión de su corazón me han motivado e inspirado para continuar investigando y realizando acciones en favor de la promoción de la salud y de los derechos humanos de las poblaciones menos favorecidas. 

Hago un tributo y celebro la vida de este hombre, auténtico y único, cuyo genio me ha inspirado. Hombre extraordinario, el cual a lo largo del camino para obtener el doctorado en Salud Pública en Harvard, pacientemente guío mi aprendizaje y contribuyó en mis procesos de reflexión. Como miembro de mi comité de doctorado, Dick tuvo una profunda influencia. Fui un estudiante privilegiado al poder pasar muchas horas con él a lo largo de un período de cinco años (1993-1998). Él me enseñó cómo pensar y cómo integrar los diversos factores que pueden afectar el desarrollo humano y la salud, sin la perspectiva reduccionista que usualmente se utiliza en el estudio de fenómenos complejos en materia de salud.

En los centros de debate de políticas públicas ha sido un asunto de relevancia la dicotomía de las causalidades sociales contra las de responsabilidad individual. En esto, Dick ofrecía una manera de resolver dicha controversia haciéndome re-examinar la relación que los organismos tienen con su ambiente, guiándome para lograr que mirase más a fondo de lo que un determinismo cerrado me permitiría: Muy a menudo, los científicos analizan los problemas sociales aislando los factores involucrados, simplificándolos, y describiendo los efectos de las diferentes piezas de este complejo rompecabezas.

Las teorías y métodos que Dick me enseñó me han permitido ver los problemas sociales y de salud dentro de la complejidad de un todo, y entender la dinámica relacional de las variables de interés. Los conocimientos obtenidos a través de sus métodos me han servido para orientar mi carrera y mi trabajo de investigación, pero además me ha permitido identificar áreas y direcciones donde los sistemas sociales pueden ser impulsados en función de alcanzar las metas de salud y bienestar común a las que se aspira.

Tras una década en el servicio público, observo con gusto un enorme impacto de mis acciones en la población, lo cual se debe al diseño y ejecución de políticas públicas que han sido las adecuadas. Esto es específicamente evidente en el campo de la prevención de las lesiones no intencionales en México.

  Los amplios esfuerzos en salud pública, basados en evidencia multisectorial y ecológica, han producido resultados tangibles en la seguridad vial, con miles de muertes que se han logrado evitar y decenas de miles de años de vida perdidos evitados entre mis compatriotas mexicanos.

En una situación marginal –pobreza, opresión, desigualdad, estrés- el organismo humano puede verse lesionado en muchas maneras. La secuencia causal de estas dolencias cruzan una y otra vez los límites que hemos impuesto para distinguir los procesos sociales, conductuales, económicos, biológicos, psicológicos y otros. Pero trazando las líneas precisas de lo que la pobreza y desigualdad contribuyen a su daño, no nos podemos permitir negar en la más general conclusión, que las carencias sociales y la desigualdad son malas para nuestra salud.

 Gracias Dick por la inspiración, por el ejemplo, la pasión y la visión que nos enseñaste y que nos inspiras.