13 de Febrero de 2018

Veamos cómo miente con respecto al tema de la corrupción.

Cuando a López Obrador algún periodista le cuestiona sobre las acciones que llevaría a cabo para terminar con la corrupción, éste, generalmente, da como respuesta lo siguiente: ¡Combatiré la corrupción siendo el Presidente de la República! Es decir: supone AMLO que con el solo hecho de ser el encargado del Ejecutivo federal, instantánea o mágicamente, se terminaría con la corrupción. Si se le insiste en que presente mejores argumentos que este tramposo recurso retórico, alcanza a decir que distribuirá con honradez el presupuesto público y que impondrá la honestidad como un estilo de vida y forma de gobierno.

¿Estilo de vida? Esto, como se dará cuenta el lector, es temerariamente superficial e insensato, pero, sobre todo, es un engaño.

Veamos:

La mentira: distribuiré —dice— con honradez el presupuesto público.

La verdad: cuando fue jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal despreció las decisiones de la Asamblea Legislativa y los presupuestos y normas aprobados por ésta. Un ejemplo: en 2002, el jefe de Gobierno, es decir, AMLO, vetó la creación de la Ley de Acceso a la Información, la que, a su vez, constituiría un consejo ciudadano autónomo y encargado de vigilar que el gasto público se aplicara con honradez. El argumento del entonces jefe de Gobierno para vetar esta ley fue que “él había ya nombrado los contralores ciudadanos, que le respondían sólo a él, que nadie, salvo él, los conocía para que nadie los corrompiera, y que sólo a él le reportan las anomalías que, eventualmente, se presentaran durante las obras de gobierno”. Igual ahora que antes: de ganar la Presidencia, él elaboraría, aprobaría, ejecutaría y vigilaría el gasto público; él nombraría al fiscal general y nombraría, como lo hizo en 2002, a los contralores. ¡Eso de los órganos autónomos es un enfado, suele decirlo y repetirlo en corto!

La mentira: impondré la honestidad como estilo de vida. 

La verdad: durante su gestión en el entonces Distrito Federal anunció la aplicación de normas puritanas (incluida la forma de vestir de los funcionarios), pero, en la realidad, su gobierno se distinguió por su libertinaje. Se ocultó, por dar algunos ejemplos, la información del gasto público ejercido en la construcción de los segundos pisos; se presentaron los actos de corrupción más escandalosos de ese tiempo (tan escandalosos y perniciosos como los de Peña Nieto), me refiero al del funcionario con más alta responsabilidad en el ejercicio del gasto del Distrito Federal, es decir, a su secretario de Finanzas, que se gastó —él solito— más de 200 millones de pesos del erario en una mesa de póquer en los exclusivos casinos de Las Vegas. ¿En dónde andaba López Obrador cuando su secretario de Finanzas regeneraba su hedonismo?

En 2004, René Bejarano, representante en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (cercano a AMLO), fue captado en un video recibiendo grandes sumas de dinero. Bejarano apoyó a Andrés Manuel en 2006 y en 2012, y actualmente se ha sumado a Morena con el beneplácito de Andy, de Yeidckol Polevnsky y del propio López Obrador. Es una de sus notables adquisiciones para evidenciar el estilo de vida de la honradez.

La corrupción no se termina imponiendo estilos de vida personales. Eso es una mentira.

Para combatir realmente la corrupción, contrario a un estilo de vida personal, se requiere un verdadero régimen político de independencia y equilibrio entre los poderes; se necesita de contrapesos institucionales que funcionen; de fiscalías anticorrupción autónomas; de participación de la ciudadanía en organismos de vigilancia y de transparencia total, constante, actualizada del gasto público en todas las instancias de gobierno federales, estatales y municipales. ¿Estilo de vida? Eso es mentira, disimulo, treta.