SEÑORA REGALA A PILOTOS UNA CAJA DE GALLETAS. SE LAS COMÍAN MUY FELICES HASTA QUE LEEN LA NOTA DE LA CAJA Y QUEDAN DESTROZADOS

Pero esta historia no se trata de la vida de un piloto ni de su magnifica labor sino del gran corazón y la bondad que puede existir en alguno de ellos.

A través de Facebook un piloto llamado Chad compartió una historia que ha conmovido a muchas personas alrededor del mundo:

En ocasiones los mejores regalos son los más inesperados. Cuando abordé la nave para realizar la revisión en fase de preparación de mi último vuelo del día, un pequeño viaje de Atlanta a Macon, eran alrededor de las 7:30 de la tarde en la víspera de Navidad, y en lugar de estar reunido con mi familia, ese día me encargaría de transportar a personas para que se reunieran con sus seres queridos.

Dentro de la cabina se escuchaban los murmullos de los pasajeros pero mas allá de eso escuché un susurro detrás de mí. De reojo pude mirar que en la puerta de la cabina de pilotos se encontraba un niño de unos nueve años con una expresión muy tierna y mirando fijamente el tablero de controles, cuando se dio cuenta que lo estaba observando rápidamente se dio media vuelta, entonces lo llamé.

¨Oye pequeño ven aquí¨.

Al mirarlo me hizo recordar mi infancia, yo tenía más o menos su edad cuando miré por primera vez el panel de controles de un avión, el cual era tan brillante como un árbol de Navidad. Eso fue lo que me inspiró tantos años hasta que recibí mis alas de piloto. En la actualidad tengo 24 años y soy piloto de una aerolínea domestica y aunque amo mi trabajo me he preguntado si he tomado la decisión correcta, era la primera Navidad que pasaría sin mi familia, ¿qué es lo que conseguía con todo esto? ¿qué es lo que me hacia diferente a los demás? ¿Por qué consideraba que este era el mejor trabajo? al final sólo transportaba personas de un lugar a otro.

Cuando el pequeño niño entró  a la cabina lo saludé y extendiéndole la mano le dije: ¨Hola amigo me llamo Chad, ¿cuál es tu nombre?¨.

¨Sam, me llamo Sam¨, dijo tímidamente el pequeño. Luego giró su cabeza y miró que al lado se encontraba un asiento vacío, ¨¿es el asiento del capitán?¨, preguntó. ¨Si es el asiento donde va el capitán¨, alce mi mano y con una palmada en la desgastada tapicería del asiento dije: ¨¿Te gustaría sentarte en su lugar?¨

En su rostro se miraba gran emoción, bajé el asiento para que pudiera sentarse y él rápidamente se acomodó, en ese momento me puse a pensar ¿qué pensaría el capitán si alguien más estuviera sentado en su lugar?, pero finalmente era Navidad así que pensé que no habría problema alguno.

Observé las maletas que subían al avión y en ese momento me puse a pensar en los regalos de Navidad que esta vez no podría llevarle a mi familia. Sam me había contado que él y su familia viajaban desde Memphis, era un niño muy simpático con una charla muy amena, de repente, miré mi reloj y faltaba muy poco para que el capitán volviera, pero el pequeño Sam se miraba tan emocionado que no quería arruinar su alegría. Así que una vez más revisé el panel de control nuevamente y le iba explicando a Sam cual era la función de cada botón.

Un momento más el capitán apareció y con una gran sonrisa nos saludó: ¨Buenas tardes chicos, ¿qué tal están?¨, luego giró hacia la izquierda y miró a Sam, le tendió la mano para saludarlo y dijo: ¨Sabes hijo, no tengo inconveniente en que estés un momento más con nosotros sólo si me dejas sentar ahí¨, Sam se levantó del asiento del capitán y yo empecé a realizar las presentaciones.

Cuando comencé a preparar el despegue, pensé que el capitán enviaría a Sam a su asiento pero no fue así y el pequeño continuaba mirando sobre mi hombro. El agente de rampa llamó para saber si estábamos listos para encender el motor de la secuencia inicial, número cuatro. Rápidamente me dirigí al capitán quien respondió: ¨me estoy haciendo cargo, ustedes sigan preparando el despegue¨. 

¿Ustedes? me pregunté, ¿se refería a Sam y a mí?

¨Esta bien, debemos iniciar¨, respondí, al mismo tiempo que preparaba el despegue. Después de realizar la comprobación, le pregunté: ¨¿Acaso ustedes, es decir, nosotros dos?¨, no podía quedarme con la duda, encendí botones y un ¨Si, continúen con el trabajo¨  fue lo que respondió el capitán.

Después regrese al panel de control para seguir con mi trabajo. Miré la luz roja parpadeando, eso me indicaba el inicio.

¨¿Alguna vez has despegado un avión?¨pregunté a Sam.

Con ojos grandes y muy nervioso me contestó con la cabeza que no. Siguiendo mis instrucciones, Sam oprimió un botón en el panel de control que activó los indicadores, después presionó un gran botón que daba inicio al motor, al final subió una palanca con sus dos manos para introducir el combustible. En ese momento la turbina se encendió, muy sorprendido Sam se alejó lentamente de la palanca, acababa de encender un avión de pasajeros. Si yo tuviera su edad seguramente no lo hubiera creído de haber hecho lo mismo. Después de eso le di las gracias por ayudarme.

¨Muchas gracias a usted por dejarme encender el avión, fue los más increíble que he hecho¨, dijo Sam.

Se dirigió a la puerta de la cabina mientras se escuchó el sonido ensordecedor del motor, en eso se acerca el capitán y le dice: ¨Escuchaste eso hijo, tu lo has puesto en marcha¨. El pequeño Sam estaba apunto de llorar de la felicidad.

¨Muchas gracias capitán, que tengan una hermosa Navidad¨, dijo Sam, al final miró la cabina una ultima vez y se alejó lentamente. Después encendimos todos los motores y despegamos, 40 minutos después llegamos a Macon.

Al siguiente día, en Navidad, entramos a la cabina para preparar el avión y dirigirnos a Atlanta, uno  los agentes de seguridad se acercó y nos dijo: ¨Buenos días señores, esta mañana vino la madre de un niño y quería que les diera las gracias personalmente por mostrarle a su hijo como se enciende un avión, también dejó esto para ambos y dijo que el pequeño no había dejado de hablar de su maravillosa experiencia, que estaba muy agradecida con ustedes¨.

El agente de seguridad dejó una lata roja en el centro del panel de control.

El capitán abrió la lata y mordió una de las galletas de chocolate, después abrió la nota que venía dentro y la leyó en silencio.

Después me miró fijamente y me dijo: ¨el pequeño tiene cáncer¨, enseguida leyó la nota en voz alta.

Apreciados pilotos:

Gracias por permitir que mi hijo Sam pudiera conocer su trabajo, desafortunadamente él padece cáncer y recibe su quimioterapia en Memphis, esta es la primera vez que ha estado en casa desde que inicio su tratamiento. Siempre lo hemos llevado al hospital en automóvil, pero como Sam ama los aviones decidimos volver a casa en uno, no existe gran probabilidad de que volvamos a tomar otro avión próximamente.

El médico nos ha comentado que Sam solamente tiene algunos meses de vida, siempre ha soñado con ser piloto. El viaje que hicimos en avión de Memphis a Atlanta fue lo mejor que le ha pasado. No tenia idea que volar un avión era tan fantástico, sólo tenía la experiencia de sus juguetes pero ustedes le dieron el mejor regalo de Navidad, durante un par de minutos el sueño de mi hijo se hizo realidad y todo fue gracias a ustedes. Siempre estaré infinitamente agradecida y seguramente Sam, los recordará más allá de todo. ¡Gracias y feliz Navidad!

Al final volteé a ver al capitán y él seguía mirando la carta. Un auxiliar de vuelo se acercó a la cabina para informarnos que los pasajeros estaban listos para el despegue. Tomó algunas galletas y nosotros revisamos la lista de control. Con una voz entrecortada el capitán anunció: ¨iniciando número cuatro¨.

De principio yo sólo quería estar con mi familia, intercambiar regalos en Navidad pero este pequeño me enseñó que en ocasiones los mejores regalos son aquellos que damos sin darnos cuenta y que las lecciones más significativas las recibimos de personas desconocidas. 

Estos pilotos merecen el reconocimiento de todo el mundo ¿no crees? bastó la gentileza y la bondad que tienen en sus corazones para cambiar la vida de un pequeño y hacer realidad su sueño, ¡más personas como ellos en el mundo!