No han faltado las versiones de que el presidente Ernesto Zedillo, al dar el banderazo de salida de las embarcaciones pesqueras en Topolobampo, trajo la mala suerte y los resultados que tuvimos que lamentar en los días siguientes.

¡Pero eso no nos consuela ante el tamaño de la tragedia!, que aún hoy es difícil de cuantificar, pues las cifras oficiales se mueven entre 57 muertos y una cifra superior a los 100; de las embarcaciones siniestradas se habla de 37 a poco más de 100.

Lo que nos reveló Ismael es que nuestras embarcaciones estaban mal equipadas, que las autoridades navales no estaban preparadas para una contingencia como ésa, que los pescadores se iban a altamar sin medidas de seguridad, sin una regularidad laboral y que todo ello pasaba por alto para darle prioridad a la pretendida idea de que se buscaba mitigar la miserable condición de cientos de pescadores que se hacían a la mar con la sola idea de llevar algo de dinero a sus familias.

Ismael reveló, además, que la capacitación de las autoridades navales en materia de salvamento y contingencias como la que se presentó, resultaba ser muy deficiente, con lo que se magnificó la tragedia a mayores niveles.

¡En Topolobampo aún se escuchan las historias de vida y de muerte de los pescadores que aquí encontraron su destino!.

Ha sido fácil explicar la tragedia a partir de la necesidad de los pescadores, engolosinados por una importante captura de camarón, lo que los hizo desestimar las llamadas de alerta… ¡Lo cierto! es que nunca hubo información precisa de la velocidad de desplazamiento, o más bien se informó que se acercaba con lentitud, lo que les dio pie a pensar que podían continuar trabajando al menos unas horas más.

Algunas versiones dan cuenta de que las embarcaciones se dirigían a resguardarse en Mazatlán, recibiendo en el trayecto la información de que el ciclón los alcanzaría antes de llegar a puerto, por lo que decidieron ir hacia Topolobampo a buscar refugio. ¡Sabido es que a muchas de estas embarcaciones Ismael las alcanzó antes de refugiarse en la bahía!.

¿Quién no recuerda la historia del Giovanni y su tripulación, cuya tragedia ocurrió justo en las aguas de esta bahía?

¡Dos pescadores golpeaban el casco de la embarcación para avisar que permanecían con vida, aprovechando una burbuja en el interior del barco camaronero!.

Los buzos de la autoridad naval no quisieron aventurar un rescate por la parte hundida, ante el considerable peligro de quedar atrapados en las redes y cabos que obstaculizaban el paso, por lo que optaron por perforar el casco que salía a la superficie, a pesar de la advertencia de pescadores de Topolobampo, que decían que esta medida provocaría el irremediable hundimiento de la embarcación y la segura muerte de los pescadores.

La soberbia y la incapacidad de los buzos en mención, se decidieron por la medida equivocada, provocando imprudencialmente la muerte de los pescadores.

Las historias del mar que proliferaron, nos hablaban de una falta de coordinación interinstitucional, la falta de señalamientos para la entrada de las embarcaciones a puerto, la carencia de equipos de radiocomunicación en las embarcaciones, la falta oportuna de alertas meteorológicas, una incapacidad total para actuar en casos de emergencia y una falta de sensibilidad para atender el llamado de los pescadores y sus familias en las tareas de rescate.

A eso habríamos de agregar la falta de sensibilidad de las autoridades municipales ante la tragedia, pues en medio del rescate de cuerpos y las tareas de salvamento, los intereses económicos permitieron que se llevara a cabo la Nauticopa Marlboro, aun con el riesgo de que abollaran cuerpos en medio de la competencia.

Grupos de derechos humanos no gubernamentales, documentaron la dimensión de la tragedia y solicitaron la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos ante las evidentes acciones y omisiones que lesionaban los derechos más elementales de los pescadores y sus familias, que a la postre confirmó cada una de estas violaciones; emitiendo las respectivas recomendaciones tanto a la Secretaría de Marina, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, así como a la Secretaria de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca.

¡Pero más allá de culpas y responsabilidades, un sinnúmero de cruces han quedado en el mar!. 

Hay hogares que perdieron familiares en Mazatlán, Altata, Guasave, Yavaros, Guaymas…

Hoy, a 20 años de la tragedia de Ismael, recordamos que muchos pescadores ofrendaron su vida como tributo al mar.

Para rendirle el homenaje que se merecen, no debemos claudicar en brindar a los pescadores las medidas de seguridad necesarias, tanto en tierra como en mar; mejorar las condiciones laborales de quienes buscan extraer los tesoros marinos. Sin duda, aún falta mucho por hacer.

A 20 años de Ismael, hacemos votos por que no se repitan tragedias similares. Y ojalá que el único Ismael que exista, sea el que hoy recordamos con pena, pues no debió ocasionar tantas desgracias.

Hoy, la manera cómo podemos rendirle homenaje,  es que ya no se repitan tragedias como ésta. Mucho se ha hecho en los años siguientes para mejorar las condiciones de equipamiento y capacitación de los trabajadores del mar, pero también es cierto que aún falta mucho por hacer.