Gastar menos y gastar mejor.

De todo el discurso actual del gobierno mexicano ésa es la única frase que entendemos los cabeza de familia, hombres y mujeres, que desde hace rato sabemos de la necesidad de estirar el ingreso para que alcance a cubrir el gasto de la casa. El mero enunciado parece prometer que el gobierno ha comprendido un concepto tan simple. Para ello tuvo que darse la crisis económica mundial, el derrumbe de la burbuja económica china y el desplome del precio mundial del petróleo. Nosotros, los seres humanos, no necesitamos de semejantes cataclismos para entrar en razón.

La interpretación de esta necesidad oscila entre la farsa de los pronunciamientos demagógicos y la tragedia de los datos reales.

Los integrantes de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados decidieron voluntaria y democráticamente renunciar a los teléfonos celulares y automóviles pagados por su patrón, es decir, nosotros. Claro, la mano se la habían ganado los chicos malos de López Obrador, que se adelantaron con la decisión. Lo que ni los

morenos ni los priistas se atrevieron a tocar es el monto de sus salarios, bonos, gratificaciones, aguinaldos y otros beneficios adicionales. Don Roberto Gil Zuarth, a quien se le puede acusar de ser presidente del Senado, pero no de pertenecer al PRI o a Morena, lo explica así: “…las dietas están determinadas en función del escalafón que viene determinado, a su vez, en aplicación de la Ley de Salarios, y de la fórmula que establece la Constitución para la determinación de los salarios”.

¿Así o más claro?

Pero hablábamos del PRI. Las dietas de sus 202 diputados montan a 179 millones cien mil pesos al año; agréguele 110 millones novecientos mil para Asistencia Legislativa y 69 millones 700 mil para atención ciudadana; o sea, lo mismo por lo que cobran las dietas. Sus seguros de vida y gastos médicos mayores son 50 millones de pesos al año; los aguinaldos casi veinte melones y los vales de despensa seis millones 700 mil más. Para los legisladores de los otros partidos puede cambiar el total, pero el principio sigue siendo el mismo.

El plan económico que los bien cebados legisladores discuten ahora tiene en la mira correr a 15 mil 825 burócratas. Alrededor de la mitad es de planta y el resto cobra por honorarios. La liquidación de los primeros costará un buen, pero lo importante es que 16 mil familias se quedan sin sustento. Eso para las estadísticas rampantes del empleo en el país.

Si se tratara realmente de ahorrar, la alta burocracia podría ser privada de sus seguros de gastos médicos mayores; porque en México hay servidores públicos de primera y de segunda. Los de segunda van al ISSSTE, los otros se atienden en Houston. ¿Se le ha ocurrido a algún sabio economista de Hacienda recortar las remuneraciones del Poder Judicial, que en el caso de sus capitostes mayores exceden en mucho al salario del Presidente de la República?

No tenemos ninguna duda de que se nos reventó el barzón. El asunto es que no vemos que la yunta siga andando.

PILÓN.- El uso de la mariguana y sus derivados en el tratamiento de diversos padecimientos es conocido y practicado en México desde hace más de dos siglos. Es solamente ahora, cuando los laboratorios norteamerigringos lo avalan, que empezará a ser decente. Si en lugar de atar nuestra economía al petróleo nos hubiéramos casado a tiempo con la mota, hoy seríamos una primera potencia farmacológica y no tendríamos que apretarnos el cinturón. Los que nos lo apretamos, claro.