Jueves, Abril 25, 2024
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EL TIO CHUY

Por José Gaxiola López

Hoy murió el hermano mayor de tu madre. A los ochenta y cuatro años. Mi amigo, mi compadre. Fue profesor de primaria y de secundaria. De los buenos que educaban a niños del área rural. Cómo los que me formaron en Sinaloa. Él procuró que sus alumnos conectaran el cerebro con la lengua, hablaran con idea, métrica y matemática, decía. Así podríamos saber si alguien fue correctamente instruido, sostenía. El decoro, la honestidad y la solidaridad vendrían de la educación en familia y de su comunidad, remataba. Respetuoso de los símbolos patrios, se ponía de pie al oír el himno nacional, hoy 20 de noviembre está siendo velado.

Sabedor de Su historia de México, la defendía hasta agotar su información. Habría que considerar la fecha en que se formó como maestro. En la virtud de su inteligencia, de su escucha aguzada respetuosamente aceptaba otros datos. La crítica a la educación en Sinaloa, era su tema, su práctica por más de 40 años, lo autorizaba como a otros miles en el estado. La imagen del profesor con libro bajo el brazo, de su juego de plumas Parker en la bolsa izquierda en la camisa y un cigarro Raleigh en mano. Hábil con la palabra resolvía cualquier crucigrama. Lo recuerdo de caligrafía pulcra y correcta ortografía al corregir las tareas de sus alumnos. Entrenado como profesor fue orador sensitivo en el sepelio de sus padres. Alguien hablará por él mañana, cuando lo sepulten, y no estaré.

Siempre adherente con sus familiares y amigos, en sus problemas de cualquier tipo, ya de salud, ya de penas. Era rico en consejos, cuentos y bromas. Preocupado principalmente por su descendencia, hasta de sus nietos y bisnietos. Hoy toca hacer lo propio con su familia, poner el hombro y un grande largo abrazo en estos días al despedir a aquel buen jugador de cuadro en el beisbol, hábil tocador de bola y corredor de bases, así lo recuerdo de mi infancia en los parques de pelota. Pero, ahora sí que la calaca, lo peló en “Jon”. 

Desde joven le gusto el juego. El beisbol y el billar, ambos los practicó mientras pudo. Lo poco que se de jugar carambola, él me lo enseñó. Ya sin facultades, se hizo espectador muy aficionado de ambos, por las tardes se iba a los billares a ver jugar y por las noches, mientras pudo fue al estadio del beisbol o seguía los juegos por televisión. Tuvo mala copa, alegador y peleonero con quien fuera, con adversarios de jugada, de tomada, de credo. Incluso con sus hermanos y con sus cuñados “valen madres”. Ganó y perdió en varios bailes públicos. Algo pasaba en él porque nunca se acordaba de sus broncas, saludaba al adversario (si se lo encontraba) al día siguiente como si nada hubiera pasado. A veces, la discusión volvía, terminaba con disculpas y un apretón de manos.