Jueves, Marzo 28, 2024
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Foucault y la Deconstrucción del Centro de Ciencias de Sinaloa CCS (parte 12)

 

José Gaxiola López

 

 

En la exposición “El pasado del futuro” que las autoridades del Centro de Ciencias de Sinaloa (CCS) armaron en Culiacán, Sin., para justificar la demolición del primer planetario mexicano en la costa del pacífico; de los laboratorios para enseñanza de la ciencia a nivel preuniversitario; del centro de documentación e información científica en apoyo a los docentes, del área de exposiciones interactivas para la iniciación en la ciencia de los educandos de primaria; así como del teleauditorio y otros espacios, aparece tirado en el piso, por viejo (argumentaron) la esfera del primer péndulo de Foucault instalado en México. El segundo de Latinoamérica, después del de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, Perú. La primera universidad en América. Las autoridades han levantado un edificio en el lugar donde fue demolido el conjunto de elementos que componían el CCS, sin que hasta hoy se conozca el contenido vinculado al proceso educativo en el estado. Los ejemplos que declaran como su modernización, son fútiles, no desenvainados de una clasificación rigurosa de la ciencia tradicional, de la moderna y/o de la posmoderna. ¿O sí?. ¿Alguna taxonomía de las ciencias ubicada entre la linealidad y la discontinuidad?, o una distinción cartesiana metafísica entre naturaleza y humanidad, o por las categorías ontológicas versus jerárquicas de la ciencia, o por la forma de su representación y simbolismo, ya decidieron ¿cual es “pura” y cual “aplicada”?, o solo se les ocurrió discriminarlas por su obsolescencia. En realidad no saben explicar hacia que modernización científica conducirá la deconstrucción del CCS. La ubicación del péndulo de Foucault en el conjunto que conformaba el edificio original del CCS, tenía un propósito clave en la manera que el individuo obtiene información de su medio, el reto de la percepción que F. Oppenheimer propuso en su Exploratorium de San Francisco. Él pensó en aguijonear con elementos de la ciencia los sentidos de los menores concurrentes para que fueran capaces de extraer la mayor información útil, ya sea para su adaptación y/o aprendizaje, que junto a rutinas interactivas y experimentales le ayudaran en su desarrollo cognoscitivo, facilitaran el uso racional de dichos conocimientos. Proponía entrenarlos en la observación de la naturaleza, su explicación y demostración, motivándolos en el acto de experimentar, en la tecnología, en el reto de crear. A diferencia de su edificio, el del CCS se construyó exprofeso, no se adaptó de una instalación de otros fines para que funcionara. Los estímulos visuales de forma, brillo, color, composición espacial, estructura, tamaño y contrastes que el sujeto recibía al aproximarse al CCS lo imbuían, alertaban sobre otras persuasiones que tendrían al interior del edificio, cuya geometría provocaba desde que el sujeto se iba aproximando. Después en su explanada se encontraba con un cuerpo extraño, fuera de este planeta, el Meteorito, para que se cuestionara sobre estos cuerpos en el universo. En ese mismo plano podía observar un reloj solar, comparar su precisión con el digital de la torre del clima de la ciudad, a la entrada del estacionamiento. También destruida. Un paréntesis, el gran diseñador y constructor de relojes solares, Lothar M. Loske, autor del reloj solar ecuatorial del CCS (¿donde quedó?), me propuso que su gran colección de relojes solares quedara resguardada en una sala especial del CCS. Era fin de sexenio, el gobernador en turno ya había cedido las riendas, entonces Sinaloa y México se quedaron sin esa colección, tal vez la mas grande de este tipo relojes en Latinoamérica. Y en la entrada principal del CCS, suspendido a 20 metros de un polígono equilátero y equiángulo formado por vitrales artísticos y originales semejando el cosmos, colgaba el péndulo de Foucault con su esfera de 40 kg (No de 400 como publicó el Noroeste) oscilaba apoyado por un mecanismo electromagnético para contrarrestar la resistencia al aire o la fricción del cable que lo suspendía, sin interferir el movimiento inercial oscilatorio natural durante horas, derribando las pequeñas barras de cobre ubicadas alrededor de una rosa de los vientos estampada en el piso. Una pendejada quiere encerrarlo en un chacuaco, bajo pretexto de que el viento afectaba su oscilación en el lugar donde estaba, en Culiacán hay ventarrones tal vez una docena de veces al año. Los chacuacos se inventaron para el rápido circular del aire. En la reproducción del experimento de León Foucault (1819-1868), participaron entusiastamente (como en algunos otros aspectos del diseño del CCS) varios ingenieros y tecnólogos sinaloenses, hubo propuestas imaginativas para lo que sería el primer péndulo nacional, nos decidimos por la de Jesús Ramón Cuevas Lugo. Desde que Copérnico sostuvo que la Tierra giraba en torno a su propio eje se intentó probarlo, el primero fue Pierre Louis Moreau de Maupertuis (1698-1759) midió el arco geodésico al sur de Laponia, concluyó que la Tierra está achatada en los polos, según pensó Newton, lo cual suponía ser prueba indirecta de su rotación. Foucault pensó que tal rotación debería ser visible, gracias a la lenta desviación del plano de oscilación de un péndulo. La idea era sencilla, practicarla no tanto. El 3 de febrero de 1851, presentó su experimento ante los principales científicos en el Observatorio de Paris, con un cerillo (novedad entonces) quemó el cordón que sujetaba la bola de unos 28 kg a un poste y el péndulo inició su movimiento oscilatorio. Este ritual de poner en marcha un péndulo sigue utilizándose. Poco después quedó probada la hipótesis de Copérnico. Los científicos congregados inmediatamente comprendieron lo que veían. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?, fue la expresión. El experimento era tan simple, y lo pasaron por alto quienes habían dedicado su vida a estudiar la gravedad y la rotación. Sin embargo, los matemáticos Laplace, Cauchy y Poisson, ponían en duda tal movimiento pendular. Cauchy nunca pensó que un péndulo pudiera cambiar su plano de oscilación. Poisson dijo que no podía moverse de esa manera. Foucault, de 31 años demostró sus equívocos, determinó la ecuación de su movimiento considerada notable aporte matemático. Dependiendo de la latitud donde se coloque el péndulo, es la duración que le tome para hacer su recorrido. En los polos, un péndulo tarda 24 horas en completar el ciclo. En el Ecuador, el plano bajo el péndulo no se mueve. En el Museo de Artes y Oficios de París, el péndulo de Foucault sigue funcionando a sus casi 170 años, en varias partes del mundo hay péndulos centenarios oscilando y, el de Sinaloa fue derribado, arrumbado como fierro viejo. En el noroccidente de México ya no hay un lugar donde comprobar la rotación de la tierra. Su ausencia afecta el conocimiento de miles de jóvenes quienes perderán explicaciones, como las consecuencias físicas del movimiento de rotación en las grandes masas de la superficie terrestre, la atmósfera y la hidrósfera. La imagen del edificio construido sobre las ruinas del CCS, no es un estimulo sensorial para la ciencia, parece una iglesia en cuyos ventanales de la entrada principal semejan unas cruces. No hay retos, ni contrastes, es insípida, llama a la disciplina y al silencio. Preocupa el texto del panel introductorio de la exposición “El Pasado del Futuro”, ya que el CCS “pretenderá resolver los problemas sociales y conflictos contemporáneos, incluso los de carácter global”, palabrería más o menos. Los únicos problemas que debe resolver en el Estado, son los referidos a la enseñanza de la ciencia en el nivel preuniversitario. Ya lo desmadraron, reármenlo lo mejor posible. Por lo mostrado en las declaraciones de las autoridades habrá un CCS subvertido. Al revés.