Foto de Irredentos Parias.
Irredentos Parias

El cometa Halley que cruzó cielo yucateco en 1910 despertó en los yaquis deportados en esa península la inquietud del regreso a su Tierra y sacudió el baúl de los recuerdos... En Sonora sostenían una guerra secular en aras de defender la integridad de su territorio y su autonomía; por esa razón el gobierno federal hizo de ellos prisioneros de guerra, indios expulsos y susceptibles de exterminio. Para alcanzar el destino de la deportación, cuya parada final era Yucatán, Campeche o Quintana Roo, tuvieron que realizar una larga travesía que se inició en el puerto de Guaymas. Navegaban hasta San Blas, Nayarit, “amontonados como chivos”, durante cuatro o cinco días. De allí, recorrían a pie uno de los sistemas montañosos más abruptos de la República hasta llegar a Tepic y luego a San Marcos.
Según el periodista norteamericano John Kenneth Turner, quien en 1908 dio seguimiento a la odisea de los yaquis, por lo accidentado del camino la parte del viaje que se hacía a pie llevaba de quince a veinte días. En San Marcos tomaban el tren (Ferrocarril Central Mexicano) que los transportaba a Guadalajara donde hacían escala para reanudar rumbo a la ciudad de México. Después de permanecer algunas jornadas en la Capital (ahí las mujeres podían andar libremente), los deportados eran trasladados a Veracruz por el Ferrocarril Interoceánico. En este puerto, se les amontonaba nuevamente en un barco de carga de la Compañía Nacional que al cabo de dos a cinco días, anclaba en Progreso.
Las familias Yaquis llegaban disgregadas, enfermas y hambrientas.

Foto: Mapa de la ruta de la deportación yaqui (RPR).