Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

El domingo murió la señora Consuelo, la madre de Joaquín El Chapo Guzmán y abuela de los Chapitos. Cuarenta y ocho horas antes se había dado un enfrentamiento de los más violentos de la historia reciente en nuestro país: toda una comunidad en Texcaltitlán, Estado de México, se levantó a matar o morir contra los narcotraficantes de la Nueva Familia Michoacana (un grupo con buena relación con el Cártel de Sinaloa) hartos de ser extorsionados por los criminales y de ser ignorados por las autoridades. El saldo fue de 14 muertos, 10 sicarios y cuatro pobladores.

El presidente López Obrador el sábado y el domingo estuvo en la zona de control de la Nueva Familia Michoacana, en Tierra Caliente, Guerrero, y en Tejupilco, Estado de México. No dijo una palabra sobre esos grupos criminales. En la mañanera de ayer tampoco abordó el tema, se limitó a decir que se está investigando lo sucedido en Texcaltitlán y que ya está en la zona la GN.

Pero sí tuvo tiempo de hablar de la muerte de doña Consuelo, la madre de El Chapo Guzmán, y abuela de los Chapitos. Dijo que tenía respeto por ella y consideración por todos sus familiares. Olvidó decir que cuatro de sus hijos y otros cuatro de sus nietos han sido personajes notables en el mundo del narcotráfico y han ordenado y ocasionado la muerte de miles de mexicanos.

 
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Qué bueno que tiene consideración por su familia. Pero, si hubiera un concurso de lambisconería, ése lo ganó Jenaro Villamil, el conspicuo director del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, que escribió para redes sociales que la señora Consuelo era “una mujer sencilla”, que “siempre negó que su hijo fuera capo del narcotráfico”. Es vergonzoso.

No sé si la madre de El Chapo Guzmán era una mujer sencilla, quizás sí, porque nunca quiso irse de su rancho de La Tuna (algunos dicen que nunca se fue de allí por la seguridad que el Cártel de Sinaloa tiene en la zona) ahí en Badiraguato, la pequeña ciudad que el presidente López Obrador ha visitado seis veces este sexenio, pero el hecho cierto es que cuatro de sus hijos han sido y siguen siendo parte central del narcotráfico en el país: Joaquín, Arturo, apodado El Pollo y asesinado en el penal del Altiplano; Aureliano, llamado El Guano y uno de los principales operadores actuales del cártel (le apodan El señor de la sierra y la recompensa de Estados Unidos por él es de cinco millones de dólares), un personaje particularmente violento y acusado de haber ordenado la muerte de un medio hermano, Ernesto Guzmán Hidalgo, por la sospecha de que había filtrado información que ayudó a la segunda captura de El Chapo.

El otro hermano es Miguel Ángel, que estuvo once años preso en Estados Unidos y al quedar en libertad regresó a México y se puso bajo las órdenes de El Guano. Por encima de ellos están los sobrinos que fueron educados en buena medida por El Pollo y El Guano. Son los Chapitos, los hijos de El Chapo: Iván Archivaldo, Ovidio, Édgar y Jesús Alfredo. Otro hijo, Joaquín, fue muerto en Culiacán en lo que se consideró un error de sicarios de El Mayo, que lo confundieron con un miembro de los Beltrán Leyva.

A la familia de la señora Consuelo ha llegado la consideración presidencial, esta misma familia que acabamos de describir. Pero asombra que no hay ni una palabra sobre los comuneros de Texcaltitlán, que tuvieron que enfrentarse a costa de su propia vida con los criminales que, hoy, siguen controlando buena parte del Estado de México, Michoacán, parte de Morelos y Guerrero. Casualmente estados gobernados también por Morena.

 

LA OTRA CARA

Mientras se cruzan los abrazos y consideraciones por el fallecimiento de la señora Consuelo, hay hombres y mujeres que se juegan la vida para combatir a la familia de El Chapo. Este fin de semana fue detenida una muy importante célula del Cártel de Sinaloa en una operación simultánea realizada en Hermosillo, Sonoyta y San Luis Río Colorado, en Sonora, y en Mexicali, Baja California. Era una banda integrada por cuatro hombres y dos mujeres, que se dedicaba al secuestro, la extorsión, los asesinatos por encargo y el tráfico de indocumentados, además del narcomenudeo.

Trabajaban con los choferes de autobuses o camiones que transportan gente a la frontera, quienes les proporcionaban los datos de los migrantes, los interceptaban, secuestraban y pedían rescate a sus familias. Las llevaban a unas cuevas ubicadas en el tramo carretero de San Luis Río Colorado-Sonoyta, lugar en el que eran sometidos a condiciones terribles, incluyendo niños. Pedían mínimo dos mil 500 dólares de rescate por persona. Los que eran liberados eran abandonados a su suerte en el desierto.

Estaban relacionados con el secuestro de 135 migrantes que fueron liberados el 6 de mayo de 2023, en El Mezquite, en San Luis Río Colorado; en el secuestro de una persona de nacionalidad italiana, el 11 de julio de 2023; también en el de una familia salvadoreña ocurrido el 28 de febrero de 2023. Y en numerosos otros secuestros y desapariciones de familias completas de China, El Salvador, la India, el Ecuador, y Honduras, entre julio y diciembre de este año.

Según las autoridades, obtenían utilidades cercanas a los 100 millones de dólares mensuales y reportaban directamente con Iván Archivaldo Guzmán.