Ricardo Pascoe Pierce

Ricardo Pascoe Pierce

En el filo

 
 

 

A través de sus acciones y palabras públicas, es fácil divisar la estrategia de AMLO para las elecciones de 2024. Y también cómo cambia de ruta conforme suceden cosas que no anticipaba.

Hasta hace un mes, AMLO gozaba de una certeza: de seguir la cosa política como iba, la victoria de Morena en la elección presidencial de 2024 era un hecho cantado. Y también le parecía factible soñar con ganar la mayoría calificada en ambas cámaras legislativas federales.

Varios hechos recientes, sin embargo, cambiaron su perspectiva. Un primer hecho notorio es que sus corcholatas han resultado ser de una mediocridad inesperada. Simplemente no conectan con la población en general, a pesar del gigantesco gasto en dinero público invertido en sus campañas. En todo caso, asisten a sus eventos únicamente acarreados de los programas sociales. Existe la duda de si asisten porque se les ha obligado o porque son “creyentes fieles” de la 4T. No existe certeza de su voto a la hora de una elección. La “ciudadanía en general” ha perdido interés en el proceso interno morenista, si es que alguna vez lo tuvo.

Otro hecho revelador es que las corcholatas son simples repetidores de los dichos y afirmaciones presidenciales, y no parecen tener propuestas propias. Lo que dice el Presidente en una mañanera lo repiten por la tarde en sus eventos. Cada día se evidencia que son un remedo presidencial.

La oposición despertó y empezó a actuar. En eso apareció en escena Xóchitl Gálvez, y el juego electoral cambió por completo. En cuestión de pocas semanas logró ser una candidata competitiva frente a cualquier candidato de Morena. ¿Cómo era posible eso, se preguntan morenistas y analistas, si las corcholatas llevan todo el sexenio promocionándose con dinero público a través de sus puestos en el gobierno federal?

Xóchitl resultó ser inmediatamente competitiva, gracias a la agresión presidencial. Tiene características que conectan a amplios espectros sociales del país. Viene de un origen económicamente desfavorecido, ha crecido con esfuerzo propio, no pertenece a ningún partido político de oposición, es rápida para contestarle al Presidente, no se asusta con el debate público y tiene capacidad para trabajar en equipo. Y es mujer.

Repentinamente todas las certezas se le nublaron al Presidente. La victoria de su candidata presidencial está en vilo, y con mucha más razón se cuestiona la posibilidad de ganar y ejercer control sobre el Congreso. La duda existencial es la madre de la angustia y la depresión. El Presidente se lanzó con furia contra Xóchitl. ¿Qué pretende lograr con su campaña personalísima contra una mujer de la oposición? Sin duda, quisiera descarrilar la candidatura de Xóchitl totalmente, y hacerla desaparecer. Tiembla ante el espectro de un debate entre Claudia y Xóchitl. Se logró, en acuerdo con Peña Nieto, descarrilar la candidatura de Ricardo Anaya en 2018 con acusaciones judiciales sin sustento. Sabe que, bajo ciertas condiciones, eso es posible. Anaya era una víctima propicia. Xóchitl no lo es, sin embargo. La situación actual es muy diferente. Ahora AMLO sería el que avienta la guillotina. Ella sería la víctima de la persecución del Estado opresor.

De no poder frenar la candidatura de Xóchitl, AMLO tiene una segunda intención muy clara. Piensa que cuenta con 60% de la población y la oposición con el restante 40%. Lo que quiere evitar es que franjas de votantes morenistas se sientan atraídos por la candidatura de la oposición, y por Xóchitl en particular, durante la campaña y abandonen a la 4T en el acto. Por tanto, su campaña contra Xóchitl también sirve para refrescar en la mente de sus seguidores el porqué votar por Morena: contra los conservadores, los ricos, los saqueadores, los clasistas, racistas y fascistas. Y contra una farsante como Xóchitl, que pasó de vender gelatinas a ser millonaria. ¿Eso cómo sucede, sin corrupción?, suelta el Presidente.

Él sabe que el voto blando morenista es voluble. Tan es así que, en las elecciones de 2021, el conjunto de la oposición (con MC) ganó 2 millones de votos más que el bloque de Morena. De repente, la posibilidad de verse derrotado en 2024 apareció como fantasma en la mente del Presidente. Y está apanicado.